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“Los jefes de las empresas estatales viven en otro planeta”, se quejan los cubanos

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“¿Nadie invitó a los privados? Estamos perdiendo el tiempo”, fue la frase de uno de los jóvenes que salieron en desbandada de la “feria de empleo” celebrada este lunes en la sede del Ministerio de Trabajo en Manzanillo, provincia de Granma. Indecisos entre aceptar una plaza en una empresa estatal o permanecer sin trabajo, a los desempleados del municipio les bastó escuchar las propuestas para entender que allí no había nada más que hacer.

Los manzanilleros habían acudido a la feria –la enésima iniciativa para oxigenar la fuerza laboral estatal, diezmada por la emigración hacia el sector privado o el abandono del país– con la esperanza de que algún dueño de mipyme o un cuentapropista los contratara. Sin embargo, el ambiente de la jornada era inequívocamente “estatal” y que se celebrara en una sede ministerial lo confirmaba.

En lugar de hablar de salario, Daniel Rivero, especialista de la Dirección Municipal de Trabajo, prefirió aludir a los verdaderos “beneficios” de trabajar con el Estado: la estabilidad laboral, los “cursos de capacitación” y el mejoramiento de la comunidad. El voluntarismo, sin embargo, no logró disfrazar las pésimas condiciones y pagos que ofrecían la filial de Azcuba en Manzanillo y la fábrica de tabaco Paquito Rosales. Por no hablar del salario que se les ofreció a quienes se unieran a una brigada de construcción destinada a Matanzas –la cifra más “tentadora”–, unos 6.000 pesos mensuales. El pago a un guardia nocturno era de 2.200 pesos y el de un contador, 3.968. Por último, a los obreros de la agricultura se les propuso trabajar por solo 2.500 pesos. 

“Yo no le trabajo al Estado por esa miseria”, espetó en voz baja uno de los asistentes, en cuyo pulóver iba dibujada una rotunda bandera de Estados Unidos. “Vine por gusto. Las ofertas son de guardias nocturnos y o de torcedor de tabaco, las dos con salarios ridículos”, alegó otro a la salida del edificio.

El sector estatal atraviesa una crisis de recursos humanos sin precedente y necesita trabajadores a los que, sin embargo, tiene muy poco que ofrecer

“Así nadie va a conseguir trabajo”, pronosticó otra de las participantes al ser informada de que ningún cuentapropista o administrador de mipyme asistía a la feria. El diagnóstico más certero de la jornada lo ofreció otro joven –la mayoría de los participantes lo era–: “Los jefes de las empresas estatales viven en otro planeta”.

Algo sí quedó claro tras la explicación de Rivero: el sector estatal atraviesa una crisis de recursos humanos sin precedente y necesita trabajadores a los que, sin embargo, tiene muy poco que ofrecer. Lo demuestra la situación de Guantánamo, provincia vecina de Granma en la cual el Estado ha promovido varias “ferias de empleo” para demostrar el supuesto éxito de la iniciativa.

“Multitudinaria”, “toda una oportunidad”, “fiesta de la cultura, el conocimiento y el derecho laboral”. La prensa oficial no escatimó elogios para describir la feria guantanamera, convocada el pasado 8 de diciembre. Tras los adjetivos se ocultaba, sin embargo, un número alarmante de plazas estatales “libres”: 2.200.

Para convencer a los asistentes fue necesario movilizar a 518 “empleadores” –dirigentes de empresa– de toda la provincia, que contribuyeron a “reducir el índice de desocupación del territorio”, aunque la prensa oficial evitó revelar el número de contratos firmados durante la feria. La propia ministra de Trabajo, Martha Elena Feitó, anunció en su cuenta de X la feria y aplaudió sus “resultados”.

Solo quienes buscan desesperadamente un empleo se acercan a escuchar lo que el Estado tiene que decir en materia laboral

Las “ferias de empleo” llegaron para quedarse, al menos durante los próximos meses. Los perfiles de redes sociales de las empresas, la televisión estatal y la prensa oficial convocan, cada semana, a un nuevo evento para intentar salvar al sector estatal con propuestas de empleo. El factor común de todas: los bajos salarios y el desinterés de los asistentes.

Este diario ha asistido a varias ferias a lo largo del país en los que los dirigentes han estado pendientes, hasta el último momento, por si llegaba algún rezagado a salvar el día aceptando un contrato. Solo los jubilados que necesitan volver al trabajo y los jóvenes que buscan desesperadamente un empleo se acercan a escuchar lo que el Estado tiene que decir en materia laboral.

Toda información, además, se recibe de boca a oído: ningún folleto o modelo de contrato aclara la situación en la que se va a encontrar el futuro trabajador. A ciegas y con la vaga promesa de un aumento salarial, los pocos asistentes a una “feria de empleo” en la secundaria Rubén Martínez Villena, en La Habana, se marcharon por donde mismo vinieron el pasado sábado. El sueldo actual para un maestro, de 5.600 pesos aproximadamente, espantó a la mayoría de los candidatos.

Lo mismo sucedió el pasado jueves, en la sede de la Empresa Eléctrica de La Habana. El salario más atractivo era el que se ofrecía a los linieros –un máximo de 12.000 pesos–, pero las plazas rápidamente se agotaron. Para los contadores, inspectores, económicos, despachadores y lectores de contador, cuya estampida hacia el sector privado ha sido incontenible, el pago no supera las cuatro cifras.

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