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¿Pfizer ha reconocido los riesgos de su vacuna de la COVID-19?

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Víctor Domínguez, más conocido como Wall Street Wolverine en redes sociales, ha publicado recientemente en su cuenta de X (antigua Twitter) una entrada sobre un supuesto nuevo anuncio de Pfizer. Con una captura real de la web de la compañía farmacéutica, asegura que esta ha reconocido definitivamente que su vacuna contra la COVID-19 aumenta el riesgo de padecer miocarditis y pericarditis.

No hay lugar a dudas. Subraya la zona completa del informe en la que se hace esta afirmación y añade un enlace a la página de Pfizer. Y es que es cierto. Tras mucho tiempo marcado por la sospecha de que las vacunas de ARNm podrían causar estas afecciones cardíacas, se acabó demostrando que era mucho más que una sospecha. Es cierto que esto puede ocurrir. Pero ni es una novedad, ni es motivo para el pánico, sobre todo si lo ponemos en contexto.

La vacuna contra la COVID-19 de Pfizer, como la de Moderna, se basa en la tecnología del ARNm. Sus dos desarrolladores principales, Katalin Karikó y Drew Weissman, recibieron recientemente el premio Nobel de medicina por todas las vidas que han salvado con ellas. Esto es algo que está claro y que no se puede discutir. Pero, por supuesto, como cualquier otro fármaco, tiene efectos secundarios que se deben tener en cuenta y que nunca se han ocultado. Ahora bien, incluso conociendo esas posibles consecuencias de la vacunación, la balanza beneficio/riesgo sigue decantándose hacia los beneficios, hundiéndolos en lo más profundo y lanzando por los aires esos riesgo que, en realidad, no son muy diferentes a los de otros medicamentos.

¿Qué son la miocarditis y la pericarditis?

La miocarditis es una inflamación del músculo cardíaco, también conocido como miocardio. Esta inflamación puede dificultar el bombeo normal del corazón, causando dolor en el pecho, dificultad para respirar y arritmias. Hay diferentes niveles de gravedad, de modo que puede ser leve y resolverse por sí sola o incluso resultar muy grave y terminar en un shock cardiorrespiratorio.

Por su parte, la pericarditis es la inflamación e irritación de un tejido en forma de saco, llamado pericardio, que rodea el corazón. En la mayoría de casos es muy leve y ni siquiera necesita tratamiento, aunque a veces debe intervenirse quirúrgicamente.

Sí, la vacuna de la COVID-19 puede causar estos efectos secundarios

Tanto la miocarditis como la pericarditis se pueden dar por multitud de motivos. Desde el consumo de tóxicos hasta la infección por microorganismos, pasando por la sensibilidad a un gran número de agentes externos o fármacos.

Se ha visto que la vacuna de la COVID-19 desarrollada por Pfizer, pero también la de Moderna, pueden causar ambas afecciones. Eso ocurre sobre todo en pacientes jóvenes, con edades comprendidas entre los 12 y los 29 años. Esto no es algo nuevo. Hace mucho tiempo que se estudió, tanto por parte de las propias compañías farmacéuticas, como de las agencias reguladoras en materia sanitaria de los distintos países. 

En España, por ejemplo, en 2021 se publicó un informe, basado en un estudio francés, en el que se señalaba la existencia de un exceso de 3 casos de miocarditis por cada 100.000 vacunados para la vacuna contra la COVID-19 de Pfizer, y de 13 casos por cada 100.000 para la de Moderna. Este exceso es para la población juvenil, en comparación con personas no vacunadas de los mismos grupos de edad.

Además, este año se ha publicado en la Universidad Científica del Sur, en Lima, un estudio que señala una incidencia de 20 a 30 casos por millón de vacunados en varones con edades comprendidas entre 12 y 29 años. Este es el grupo de más riesgo, por lo que en mujeres y en otros grupos de edad la incidencia será aún menor.

Los estudios que se han llevado a cabo sobre la vacuna contra la COVID-19 y el riesgo de miocarditis o pericarditis también señalan que generalmente estos casos son muy leves. Además, en la mayoría de ocasiones ni siquiera requieren tratamiento. 

Por lo tanto, sí, es un riesgo que debe tenerse en cuenta. Por eso Pfizer lo incluya en sus propios informes sobre la vacuna de la COVID-19. No obstante, no es algo tan grave como para detener la vacunación, y mucho menos para formar un revuelo en redes sociales.

Otros causantes de miocarditis

La miocarditis puede darse por muchísimos motivos. Un golpe de calor, por ejemplo, puede provocar la inflamación del miocardio. También puede ocurrir por contacto con sustancias tóxicas, como las anfetaminas, la cocaína o el arsénico. Incluso hay casos por sensibilidad a fármacos. Esto incluye la vacuna de la COVID-19, pero también otros mucho menos demonizados,. Por ejemplo, las benzodiazepinas, la penicilina, la ampicilina, la toxina tetánica, los antidepresivos tricíclicos y algunos diuréticos.

Muchos fármacos pueden provocar miocarditis, no solo la vacuna de la COVID-19. Crédito: Madison Agardi (Unsplash)

También la COVID-19

Pero, sobre todo, algo que debemos tener en cuenta antes de atacar a la vacuna de la COVID-19 es que, gracias a ella, se han evitado muchísimos casos de miocarditis grave.

La infección por algunos microorganismos es una de las causas más comunes del desarrollo de miocarditis. Ocurre con virus como el de la hepatitis C y el de la gripe, con bacterias como Chlamydia y Legionella o con hongos como Aspergillus y Candida

Pero, sin duda, uno de los mayores impulsores microscópicos de los casos de miocarditis es el SARS-CoV-2, el virus causante de la COVID-19. Se calcula que este virus puede producir miocarditis en 6,1 de cada 100.000 hombres infectados y en 4,4 de cada 100.000 mujeres. Además, afecta entre un 0,01% y un 7% de las personas hospitalizadas por COVID-19 y la gravedad es mucho mayor que en las miocarditis por vacunación.

Por lo tanto, es mucho menos preocupante el riesgo de casos leves de miocarditis en 20 personas de cada millón de vacunados que los casos graves, mucho más frecuentes, que esa misma vacuna puede evitar.

Al fin y al cabo, el mayor factor de riesgo para contraer una miocarditis es estar vivo. Durante nuestra vida nos exponemos a multitud de agentes que pueden desencadenar esta inflamación en el músculo cardíaco. Los muertos son los únicos que no se exponen a ella. Pero, precisamente, a veces vale la pena correr el riesgo justamente para seguir vivos y expuestos a ello. 

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