El aceite vegetal dispara aún más los costos en las cocinas cubanas
La Habana/Con una cultura culinaria donde la fritanga, las croquetas y las chicharritas están elevadas al altar, los cubanos han sufrido especialmente la subida de los precios del aceite vegetal en los últimos años. Algunas recetas tradicionales donde el ingrediente resulta imprescindible, han quedado aparcadas para tiempos mejores o reconvertidas sin incluir grasa.
En mayo del pasado año ya los clientes ponían los ojos como platos y levantaban las cejas al ver el litro de aceite vegetal a 600 pesos en los comercios de La Habana gestionados por las micro, pequeñas y medianas empresas (mipymes), pero desde que arrancó este 2024 el producto ha escalado hasta precios nunca vistos y en abril pasado tocó la cima cuando llegó a los 1.500.
Si en las cocinas de las abuelas antaño primaban las grasas animales, especialmente la extraída de los cerdos, con el tiempo el aceite vegetal fue sustituyendo a la manteca de puerco. Al producto, siempre importado aunque a veces traído a la Isla a granel y envasado en la industria nacional, se le encuentra en sus variantes de soya, girasol o canola, y en formatos que van desde los 750 mililitros hasta el litro, siendo este último el más común.
“Después de eso solo compro en la ‘mipyme’ de la esquina de mi casa que conozco al dueño y sé que trae el aceite de México, además si tengo cualquier problema le puedo reclamar”
Junto al arroz, los frijoles, el azúcar, el café y las viandas, el aceite forma parte de esa canasta básica imprescindible en cualquier casa cubana. Cuando arriba a las cocinas facilita todos los platos y entusiasma a los niños que empiezan a pedir a sus madres unas papas fritas, unas mariquitas de plátano o un pollo doradito y crujiente.
Como parte obligatoria de muchas recetas, el aceite vegetal ha sido por décadas blanco de todo tipo de adulteraciones, mezclas y cambalaches. Conocedores de la alta demanda que tiene entre la población cubana, no han faltado comerciantes con pocos escrúpulos y muchas agallas que han adulterado su composición, creado combinaciones que se ven parecidas en color y textura pero que, en el mejor de los casos, echaran a perder el plato o llevarán al que las consuma directo al baño.
“Perdí la mitad de salario mensual con un galón de aceite que cuando llegue a la casa y vacié un poco en el sartén me di cuenta de que era agua pintada de amarillo y parece que le habían echado algo para que pareciera espesa”, cuenta a este diario un avergonzado cliente que pensó que había hecho el negocio del año cuando se topó con la oferta en el mercado informal bajo el puente de 100 y Boyeros.
“Después de eso solo compro en la mipyme de la esquina de mi casa que conozco al dueño y sé que trae el aceite de México, además si tengo cualquier problema le puedo reclamar”, detalla. “Eso sí, para la ensalada fría de coditos que mi esposa preparó para el Día de las Madres tuvimos que pagar el litro a 1.400 pesos y lo que nos quedó fue un dedito para cocinar el resto de la semana”.
Otros, buscan alternativas para gastar menos aceite. Fruto de la necesidad y de la inflación, reaparecen recetas que se hicieron muy populares en los años 90 como el huevo escalfado en lugar de frito; los sofritos para echar sobre la yuca que se hacen con agua y vinagre o el arroz que se cocina solo con sal. La reutilización de la grasa también acapara el tiempo y la energía en las cocinas cubanas.
“Tengo un colador con una servilleta de papel y cada vez que frío algo, paso el aceite por ahí para filtrar la boronilla. Lo voy acumulando y así lo puedo volver a usar”, explica una jubilada de Centro Habana a cargo de dos nietos pequeños, tras la emigración de su hija y su yerno. “El aceite lo destino a los niños, porque a veces no quieren comer si la comida está muy sosa”.
“Mi hijo me compró una freidora de aire para que comiera más sano pero a mí lo que mejor me ha venido de este aparato es que gasto menos aceite”
Otras prácticas, como “sacarle el pellejo al pollo y freírlo para que suelte la grasa, que se puede usar en los frijoles, el arroz y otros platos”, son también muy socorridas, según cuenta la pensionada. “En mi casa solo compramos una botella de aceite que tiene que durar para todo el mes, no nos podemos permitir freír unos tostones porque entonces no nos alcanza”.
La tenencia o no de divisas puede cambiar la situación y traza una línea social entre quienes pueden permitirse una receta crocante y dorada en el plato o quienes deben conformarse con las malangas sin mojo y el pescado hervido.
“Mi hijo me compró una freidora de aire para que comiera más sano pero a mí lo que mejor me ha venido de este aparato es que gasto menos aceite”, detalla a 14ymedio un ama de casa de Lawton. Los números, sin embargo, solo cuadran si en la familia hay alguna entrada en divisas o un familiar residente en el extranjero. “Le costó 150 dólares en una tienda digital, con eso son como más de 60 litros de aceite pagados en divisas”, calcula.
Para los que no tienen “fe”, el acrónimo que en las calles cubanas sirve para catalogar a los que tienen familia en el extranjero, la opción que queda es sustituir el aceite vegetal en los platos y seguir soñando con el ruido que hace la tapa de plástico de una botella de aceite cuando se abre por primera vez. No será como el sonido del champán al descorcharse, pero se siente igual que una fiesta.
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