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El bache “piscina” de La Habana donde se bañan los niños lleva abierto varios años

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La Habana/Abierto y lleno de charcos, el hueco lleva “mil años” ahí. En realidad, rectifican los vecinos, son alrededor de cinco, pero da la impresión de que siempre ha estado en ese lugar, partiendo en dos una calle –de por sí muy maltratada– del municipio habanero de Cerro. 

Cinco días después de que circulara en las redes sociales el video de unos niños bañándose en sus aguas, a modo de piscina improvisada, ni las autoridades locales ni la empresa Aguas de La Habana han tomado medidas para arreglar el boquete. En la grabación, los infantes del barrio se lanzaban, como si de un balneario se tratara, dentro del estanque de aguas de un azul sospechoso. 

“Hasta unas matas de calabazas le nacieron”, asegura a 14ymedio un vecino, que se refiere al boquete como una suerte de mundo en miniatura. “Aguas de La Habana vino hace un mes y puso una tubería, pero evidentemente se sale”, añade, apuntando a los bordes achocolatados del charco, donde la mugre y la basura se acumulan. 

El bache es tan imponente que impide el paso de los vehículos mayores, como carros o guaguas. Si alguien viene en moto o en bicicleta, puede poner a prueba su sentido del equilibrio y realizar una maniobra evasiva que implica invadir la acera. Los peatones, ante ese panorama, tampoco lo tienen fácil. 

En los días de lluvia, el fango que se acumula en torno al borde es un peligro. Enormes terrones de escombro y asfalto son también obstáculos. “Parece que tiraron una bomba”, ironiza otro vecino, a quien el boquete le recuerda a la trinchera de cualquier película de guerra o –cuando un aguacero coincide con el salidero– a las cataratas del Niágara. 

“Todo el mundo protesta, todo el mundo se queja, pero nada”, lamenta decepcionado otro residente en el barrio, que dice sentirse consternado por una reciente afirmación del director de Aguas de La Habana. “No hay reto que no hayamos cumplido”, le oyó decir en televisión. 

El hueco es la delicia de mosquitos, ratas y cucarachas, que desovan en sus rincones. Es uno de los focos de enfermedades más evidentes de Cerro, pero eso tampoco parece preocupar a los dirigentes. “Cuando viene el agua se llena el hueco. Si los muchachos no están en la escuela, se llena”, comenta horrorizado. Eso fue lo que sucedió hace casi una semana, cuando alguien del barrio grabó el grotesco espectáculo de los bañistas.  

Pero el bache es solo el comienzo –y quizás el epicentro– del desastre de los viales de Cerro. Más allá, entre el césped sin chapear y las aceras cuarteadas, se alzan edificios que llevan décadas sin ver un mantenimiento. De Cerro se dijo que tenía “la llave”, en alusión a que fue –desde tiempos coloniales– el punto de partida de los viaductos habaneros. 

Allí se construyó el célebre acueducto de Albear, en su momento una maravilla de la arquitectura cubana, y otras importantes obras de ingeniería hidráulica. De aquella tradicional prosperidad, marcada por su cercanía a las fuentes de agua, no queda otro rastro que el bache reconvertido en “piscina”. 

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