El racionamiento de alimentos suele tener connotaciones muy negativas. Nos lleva hasta momentos de la historia que jamás deberían haber existido. Pero, precisamente porque tampoco debería existir el cambio climático, muchos expertos recomiendan recurrir al racionamiento de bienes con una huella de carbono elevada, como los combustibles fósiles o ciertos alimentos como la carne. Ahora bien, ¿qué opina la población al respecto?
Un equipo de científicos de la Universidad de Uppsala, en Suecia, ha llevado a cabo recientemente un estudio dirigido a analizar esta cuestión. En él han participado 9.000 personas de cinco países diferentes con culturas, economías y ubicaciones radicalmente distintas. A todos se les encuestó sobre su percepción en torno al racionamiento de alimentos y combustibles fósiles, en comparación con la implantación de impuestos por su consumo. Es decir, ¿qué prefieren? ¿Pagar por consumir esos productos que dañan al planeta o reducir su consumo de forma obligatoria?
Las respuestas, de media, fueron prácticamente las mismas. Los científicos se sorprendieron al comprobar que, a pesar de las connotaciones negativas del término, muchas personas se posicionaron a favor del racionamiento. Las mismas que a favor de los impuestos si nos ceñimos a la media total. En cambio, al hacer distinción por países los datos sí que variaron mucho.
¿Por qué habría que racionar la carne?
Sobra la explicación acerca de los riesgos de los combustibles fósiles. ¿Pero por qué habría que restringir o cobrar por el consumo de carne? La clave está en su huella de carbono.
Desde que los animales se acomodan y se alimentan en las tablas hasta que su carne se transporta y almacena en los comercios, hay muchos procesos que liberan dióxido de carbono a la atmósfera. Este es un potente gas de efecto invernadero, por lo que se relaciona directamente con el calentamiento global. La medida en la que se genera esta contaminación se rige a través de la huella de carbono.
El dióxido de carbono se mide directamente. Pero hay otros gases de efecto invernadero, como el metano o el óxido nitroso, que también se generan en estos procesos. Por eso, para calcular la huella total de carbono, se calculan los gramos de CO2 equivalentes. Los del dióxido de carbono se obtienen directamente y a ellos se suman los equivalentes del resto, multiplicando la masa del gas por su potencial de calentamiento global.
En España, se ha visto que se generan 4,8 kg de CO2eq/kg de carne producida. Este es el total, pero solo el cerdo parece tener una huella de carbono de 3,5 kg de CO2eq/kg de carne de este animal.
A menudo se recomienda sustituir la dieta omnívora por opciones vegetarianas o veganas. No solo por el bienestar animal. También porque, si bien el cultivo de vegetales libera gases de efecto invernadero al ambiente, la cantidad es mucho menor. El problema es que es complicado introducir esta dieta de forma generalizada en toda la población. Muchas personas se negarían y, además, habría que cambiar mucho la industria. Por eso, el racionamiento de alimentos como la carne puede ser un mal menor.
¿Racionamiento de alimentos o más impuestos?
Los países que participaron en este estudio fueron Alemania, Estados Unidos, Brasil, la India y Sudáfrica. De media, el 38 % de los encuestados estuvo a favor o muy a favor del racionamiento de combustible, mientras que el 39 % apoyó los impuestos al combustible. En cuanto al racionamiento de alimentos como la carne, el porcentaje fue prácticamente el mismo, de un tercio de la población.
No obstante, al analizar los países por separado sí que hubo grandes diferencias. Por ejemplo, en la India y Sudáfrica fue donde hubo más personas dispuestas a aceptar el racionamiento de alimentos como la carne. También estuvieron a favor de racionar los combustibles fósiles. En cambio, en Alemania y Estados Unidos, muchos se posicionaron tajantemente en contra del razonamiento de alimentos y combustibles. No tenían tanto problema con los impuestos.
En general, y como es lógico, se vio que las personas que estuvieron más a favor de ambas medidas son las que muestran más preocupación por el medio ambiente. Pero también los más jóvenes y participantes con un nivel de estudios más elevado.
De momento el racionamiento de alimentos para ralentizar el cambio climático es más un proyecto que una realidad. No obstante, si la situación sigue avanzando como ya lo hace, habría que recurrir a medidas drásticas como esta. Al menos, ya sabemos que a la población no le parece tan mal como podríamos llegar a creer.
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