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El Estado se preocupa por engordar sus arcas, no por resolver la crisis, denuncia Cuba Siglo 21

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Tras analizar el desplome de la producción nacional de alimentos y la tendencia a depender de las importaciones de los últimos 12 años, un informe publicado este domingo por la plataforma Cuba Siglo 21 es claro en su conclusión: el régimen no tiene como prioridad resolver los problemas de alimentación, sino engordar las riquezas de una oligarquía “parasitaria”, encabezada por el conglomerado militar Gaesa, que se lucra con la necesidad de los cubanos.

Según el analista Emilio Morales, autor del reporte y director de Havana Consulting Group, en 2010, cuando el país se propuso reformar la economía para estimular la producción interna, Cuba importó 233.938 toneladas de productos cárnicos de toda clase – cerdo, res pollo, productos de mar y en conserva– valorados en 291 millones de dólares. Siete años más tarde la cifra ascendía a 352.264 toneladas por 377 millones. El crecimiento de las importaciones en un 50% en apenas siete años pone en evidencia el fracaso de las medidas económicas.

En 2022 la importación de cárnicos alcanzó las 386.710 toneladas

Para 2022, las estadísticas no mejoraron. Ese año, cuando los precios aumentaron en el comercio mundial más de lo habitual, la importación de cárnicos alcanzó las 386.710 toneladas (9,7% más que en 2017) por un valor de 672,9 millones de dólares, un 78,45% más que lo empleado un lustro antes.

“De todos los productos cárnicos analizados, la situación más crítica es la de la carne de pollo (el producto cárnico más comprado por el Gobierno). En los últimos 12 años la demanda ha crecido un 104,8% y la producción nacional ha disminuido un 13%. El resultado es que, en 2022 el país tuvo que importar el 90,2% del pollo consumido”, asegura Morales.

Otros rubros, como la carne de res, cerdo y los mariscos aumentaron la producción interna durante el período 2010-2017, sobre todo por la subida durante esos años del poder adquisitivo de la población –gracias al crecimiento del sector privado y el aumento de las remesas– y el turismo, que creció en un 85,2%. Durante este período, marcado por el “deshielo” diplomático entre Cuba y EE UU, a la Isla le fue condonada una deuda externa de 42.000 millones de dólares y su fiabilidad para obtener créditos se disparó.

Sin embargo, durante el siguiente segmento analizado, entre 2017 y 2022 –cuando aumentaron las sanciones por parte de EE UU y tuvo lugar la pandemia de covid-19–, el turismo cayó un 65,58%, las remesas un 42,93% y el régimen volvió a quedarse sin líneas de créditos por “mal pagador”.

“Estos resultados trajeron como consecuencia que en el 2022, con respecto al 2017, se produjera una caída en la producción nacional de carne de cerdo (37,6%), pescado (43,6%) y otros productos del mar (42,1%). La respuesta a esta situación fue un aumento de 9,7% de la importación de productos cárnicos. En este aumento, la importación de pollo congelado tuvo un récord de 344.988 toneladas, para un crecimiento de 12,2% con respecto a 2017. La carne de cerdo tuvo un incremento del 210,2%, para un total de 13.094 toneladas”, refiere el informe. Con una población de aproximadamente 10 millones, a cada cubano le corresponde 1,3 kilogramos (kg) de carne de cerdo y 34 kg de pollo.

Durante la pasada década el régimen ha tenido suficientes propuestas de inversión y negocios para levantar la economía y el mercado interno de alimentos, asegura el economista. Es el caso de una compañía centroamericana de producción de pollo, de la que no se menciona el nombre, que propuso al Gobierno, durante la reanudación de las relaciones con la Administración de Barack Obama, invertir 200 millones de dólares en una empresa mixta para la que Cuba solo debía aportar el terreno.

Desde insumos, medicinas y la construcción de las instalaciones, la compañía extranjera lo ofrecía todo, e incluso prometió que en poco tiempo tendría cubierta la demanda nacional y podría comenzar a exportar.

La incorporación de las ‘mipymes’ a la ecuación, que sugerían un cambio para bien en la economía, tampoco aportó soluciones

“Al final se fueron sin llegar a un acuerdo porque les exigían más del 50% de las ganancias y acciones (…). Comprar pollo congelado al país que los ‘bloquea’ y venderlo en las tiendas de Gaesa a la población muy por encima del costo de adquisición y transportación era más simple y lucrativo que producirlo. Además, la importación evitaba el tener que compartir ganancias con el inversor y perder el control monopólico de los canales de comercialización mayorista y minorista de carne de pollo en el país”, explica Morales, quien señala que el grupo empresarial revende, en sus tiendas minoristas, los productos comprados en el exterior con un precio de hasta un 240% más que su valor de compra.

“A esto hay que sumar el control de los canales de distribución que ejerce Gaesa en el comercio minorista dolarizado, incluido el del turismo, constituye una barrera que lastra el desarrollo productivo del país. Su posición prácticamente monopólica está sustentada sobre la base de la importación, no de la producción”, analiza el documento. Al conglomerado, continúa, no le conviene tener un “competidor interno que le quite cuota de mercado y lo margine de obtener grandes ganancias”.

La incorporación de las mipymes a la ecuación, que sugerían un cambio para bien en la economía, tampoco aportó soluciones. “La entrada de las mipymes (…) no ha significado un aumento de la producción interna en la agricultura cubana, sino todo lo contrario. Ahora se produce menos y se importa más”, refiere Morales.

El control a los campesinos, que siguen entregando más del 80% de su producción a Acopio, y la asfixia a la que han sometido a los cuentapropistas, además de la debacle de las infraestructura, la falta de fondos y la carencia de tecnología son otros de los factores que comprometen el crecimiento del sector agropecuario.

En estas condiciones, argumenta Morales, es inútil promocionar el mercado de la Isla, cuando “sigue centralmente controlado por el Gobierno y alejado de las posibilidades del emprendimiento ciudadano”.

“Dado el precario estado de sus industrias, las leyes mordazas que imponen una camisa de fuerza productiva al campesinado cubano y a los propios emprendedores, la abultada deuda externa del Gobierno, la alta inflación y el control monopólico del Estado sobre los principales sectores de la economía, hacen que el mercado cubano sea uno de los más riesgosos en el planeta donde invertir”, añade.

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