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Los sueños y los días en Cuba, crónica de una generación que vivió los cambios en la isla

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Los sueños y los días en Cuba, crónica de una generación que vivió los cambios en la isla

▲ Fotograma del documental.Foto cortesía de la realizadora

Juan José Olivares

 

Periódico La Jornada
Sábado 20 de abril de 2024, p. 6

Carlos y Teresa eran dos soñadores mexicanos que compartieron convicción social, pero más aún, el amor.

Se conocieron cuando ambos eran estudiantes de las brigadas revolucionarias de Cuba, en los años iniciales de la Revolución. Desde ese entonces, se consideraron el uno al otro el amor de su vida.

Los sueños y los días en Cuba es la ópera prima de Jimena Perzabal, quien en un nostálgico documental narra la historia romántica de sus padres, Carlos Perzabal y Teresa Losada en un contexto de espacios, recuerdos, de amistades de aquellos años. Es la crónica de una generación que vivió la emoción y la novedad de la hazaña que comenzó aquel barco, el Granma, con el que se sucedió la transformación de la isla y en pensamiento en América Latina.

La cinta, que se exhibe en la Cineteca Nacional de las Artes (la de Churubusco), donde lleva tres semanas en cartelera, es la convocatoria a la reunión metafísica de una familia; proporciona una reconstrucción de identidades y quizá, una sanación de heridas.

Perzabal cuenta que hizo tres viajes a Cuba para rodar. En el primero no tenía claro cuál era el objetivo del documental. Lo que sí sabía era que tenía que recabar la mayor cantidad de entrevistas porque los personajes que buscaría y que eran importantes para la narración, ya estaban grandes de edad.

Al final supe que era contar la historia de amor de mis papás, dos mexicanos que por azares del destino se encontraron en una revolucionaria Cuba, donde se enamoraron locamente. Como dije, el cine es un trabajo en equipo y la creatividad de muchos logró al final la película, comenta la realizadora en entrevista con La Jornada.

Explica que cuando inició la Revolución cubana todo mundo –se refiere a los adeptos a esas ideas de cambio– viajó a Cuba. Era muy importante para los latinoamericanos y mi papá fue una de esas personas entusiastas que la apoyaban. Es de la primera generación de economistas de la Universidad de La Habana. Él cuenta que en la mañana tomaba clases en esa institución y por la tarde, enseñaba lo que había aprendido, porque no había tantos profesores.

La documentalista afirma que “la fuerza tan extraordinaria de la Revolución hizo que mis papás se enamoraran de sus maneras de pensar y de sentir, en aquel momento tan importante para el continente. En Cuba fue dónde tenía que darse el amor de mis padres. Como dice él en el documental son ‘cosas del destino’”.

Jimena dice no haber vuelto a Cuba porque vino la pandemia. De hecho, comparte que se terminó de editar en plena emergencia y que desea presentarlo allá. Las veces que he viajado he sabido que el pueblo cubano es muy cálido, amoroso y muy combativo, asegura Perzabal, quien coloca como personaje protagonista a su padre, que es acompañado por imágenes de archivo en su estadía en la isla, así como videos de su mamá, quien falleció hace algunos años.

El viaje implicó el rencuentro de su padre con viejas amistades, lo que forjó un retrato generacional de quienes participaron en la Revolución y que recuerdan momentos clave, afirma. Mi mamá era una mujer muy combativa y conoció al amor de su vida ahí. Cuando lo comencé a filmar ella ya había fallecido. Lo que quise es volver a lo que mi madre hizo hacía el final de su vida: ser una antropóloga que amaba su estar en Xochimilco y Milpa Alta.

Se pregunta a la directora si tendría el mismo pensamiento sobre la Revolución si hubiera nacido en Cuba. Responde: siempre he pensado que el verbo hubiera no existe. Soy mexicana pero sin la Revolución cubana mis papás dudo que se hubieran encontrado con esa pasión, a lo mejor por el momento histórico que vivía la isla.

Hoy día, como sabemos, Cuba sufre de un bloqueo comercial por parte de Estados Unidos desde hace 60 años. Jimena recuerda: justo en el primer viaje a filmar a Cuba había estaba en la presidencia Barack Obama. Parecía que el bloqueo podría llegar a su fin; los cubanos estaban muy entusiasmados pero por desgracia entró Donald Trump y toda esperanza se terminó.

La directora siempre había querido retomar las anécdotas cotidianas, cosas que nunca se hablaban en casa, y el documental le dio el momento preciso para ello, como cuando su papá cuenta que fue encarcelado en Guatemala y torturado. De hecho, estuvo a punto de ser una estadística más de los desaparecidos en los vuelos de la muerte, donde subían a los presos en aviones militares y los lanzaban en alta mar.

Por ello, hacer el documental ha sido liberador para ella. Sanó heridas. Paliativos que la cineasta comparte con otras personas que necesitan sanar para entenderse.

Logré entender muchas cosas de mi pasado, del gran amor de dónde vengo. También quise volver a acercarme a mi mamá desde el recuerdo, con sus imágenes fotográficas y para sentirla más presente, con los videos en los que se ve en movimiento y se escucha su hermosa voz. Mi papá está muy contento con el documental.

¿Y qué habría dicho Teresa? Le preguntó el Imcine en su entrevista genérica cuando presentó por primera vez la cinta. Ella habría sido más exigente. Pero, espero que esté donde esté, se sienta honrada por el trabajo y la sanación amorosa que he realizado en memoria de mi ella, de mi madre.

Los sueños y los días en Cuba se proyecta en la Cineteca Nacional de las Artes.

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