Javier Hernández Chelico: En el chopo

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En la primera mitad de la década de los años 50 del siglo pasado los adolescentes estadunidenses empezaron a pisar los terrenos de la rebeldía y una de sus trincheras fue la música: Elvis, Bill Haley y la palabra rocanrol, popularizada por Alan Freed, catalizó la naciente rebelión de aquellos jóvenes. Poco después, por medio de los corporativos del entretenimiento, el inquietante ritmo llegó al México como una moda para los adultos; hasta que algunos chamacos se animaron y armaron sus propios conjuntos para tocar y hacer suyo el rocanrol: a partir de entonces, la historia rocanrolera en nuestro país se empezó a nutrir de nombres y sucesos de todos colores y sabores. Uno de los primeros elepé exitoso fue el bautizado, simple y premonitoriamente, como Rock! Fue grabado por cinco adolescentes llamados Los Locos del Ritmo y lanzado justamente en 1960. Un dato sobresaliente sobre este disco es el contenido, ya que de las 12 canciones cinco son composiciones originales: Tus ojos, Rafael Acosta; Morelia, Jesús González; Blues tempo, José Negrete; El mongol y Yo no soy rebelde, son de Jesús González. Y una versión de C’mon Everybody, de Eddie Cochranm grabada en aquel acetato llamado Rock! sigue armado el slam entre roqueros y punk en este 2025, nos referimos a Aviéntense todos –Y aunque digan los vetarros / música infernal / para mí / es un dulce canto– esta letra en español fue hecha por Chucho González. Por supuesto, de aquella época hay más rolas originales con diferentes grupos. Sobresale el elepé de los Silver Rockets donde sólo una canción no es composición de ellos. Así pues, el rock mexicano es un jovenzuelo inquieto con más de seis décadas moviendo pies y cerebros.

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