El discurso de investidura de Donald Trump el pasado 20 de enero estuvo cargadito de polémicas. No solo por las meteduras de pata en temas científicos que provocaron un gran revuelo en Nueva Zelanda. También porque anunció medidas que dejan clara la deriva que pueden llevar sus peligrosas políticas ambientales. Por ejemplo, dejó muy claro que piensa abrir el Ártico a la perforación en busca de petróleo y otros combustibles fósiles. Hasta ahora, la reserva de vida silvestre del Ártico, ubicada en Alaska, había permanecido cerrada a la perforación por orden de Joe Biden. El último presidente había denegado varios permisos de explotación en esta zona protegida. Sin embargo, el nuevo presidente ya ha demostrado en muchas ocasiones lo poco que le importa el planeta, así que no iba a ser menos esta vez.
“Dril, baby drill”. Con este eslógan, utilizado por primera vez en 2008 por el ex vicegobernador republicano del estado de Maryland Michael Steele, Donald Trump ha señalado sus intenciones en el discurso de investidura. ¿Pero cuáles serán las consecuencias si finalmente se reiniciara la perforación de estos territorios de Alaska?
Los grupos ecologistas estadounidenses no se han hecho esperar para lanzar su respuesta a esta pregunta. Sin duda, no es nada buena. Solo queda la esperanza de que, como ya han dejado ver en alguna otra ocasión, las empresas de extracción de combustible muestren desinterés por esta zona del Ártico. No importa lo mucho que abra Donald Trump las puertas de la reserva. Si las grandes compañías petroleras se niegan a extraer combustible de allí, poco más puede hacer. Ojalá sea ese el caso.
Así es la reserva que Donald Trump quiere perforar
Según datos de 2024, se calcula que bajo el suelo de Alaska hay una cantidad de petróleo equivalente a 450-800 millones de barriles. La mayor parte de este territorio está abierto a su explotación. Sin embargo, hay un área de 78.000 kilómetros cuadrados ubicada en la pendiente norte de Alaska en la que, hasta ahora, estaba terminantemente prohibido.
Se trata del Refugio Nacional de Vida Silvestre del Ático, conocido por algunas personas como el Serengueti de Estados Unidos, debido a la gran biodiversidad que hay en él. Es uno de los ecosistemas más intactos y vírgenes de dicho país y en él se calcula que vive aproximadamente más de 200 especies de aves, 42 especies de peces y 45 especies de mamíferos. Destacan animales como los osos polares, pardos y negros, los alces, los caribúes, los lobos, linces, águilas, martas y castores. Destaca especialmente su población de caribúes, con más de 120.000 ejemplares.

El Refugio fue establecido en 1960 por el presidente Dwight Eisenhower. A pesar de que este pertenecía al partido republicano estadounidense, con el paso del tiempo han sido los demócratas los que más empeño han puesto en proteger el Refugio. Joe Biden, además, suspendió los permisos de perforación establecidos en esta región, con el fin de protegerla aún más. Pero Donald Trump se ha encargado de anular dicha suspensión y anunciar su compromiso de “drill, baby, drill” (“drill” significa “perforar” en inglés).
¿Qué dicen los ecologistas?
Tanto los ecologistas como los grupos de nativos de Alaska han mostrado su preocupación por las primeras decisiones tomadas por Donald Trump.
Carol Holley, la abogada y gerente del grupo Earthjustice, ha recordado en un comunicado que “Alaska se está calentando cuatro veces más rápido que el resto del planeta”. Esta, según ha añadido, es “una tendencia que está causando estragos en comunidades, ecosistemas, peces, vida silvestre y formas de vida que dependen de tierras y aguas saludables”. Lógicamente, la perforación del terreno para extraer petróleo y gas natural es lo último que se necesita para tener tierras y aguas saludables.


Para Donald Trump, esta es una decisión que aportará prosperidad económica a Estados Unidos, pero no todo es el dinero. No hay Estados Unidos sin planeta y, con medidas como esta, poco a poco se están poniendo las piedras para construir un planeta inhabitable.
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