Los dramas médicos se han convertido en uno de los géneros más populares de la televisión y el streaming. De la longeva Anatomía de Grey — renovada recién para su temporada número 22 — hasta la electrizante The Pitt, una de las series esenciales a tener en cuenta en la actualidad. Lo cierto es que la exploración del día a día dentro de salas de emergencias y consultorios resulta atractiva por muchos motivos. Un punto que Pulso de Netflix, desarrolla con inteligencia y emoción a través de los diez capítulos de su primera temporada.
Pero más allá de la conocida fórmula de seguir la vida y dolores de sus protagonistas en medio de las exigencias de la medicina — que lo hace, con sencillez y honestidad — la producción de Zoe Robyn, innova en algunos elementos. Por un lado, en la forma de reflexionar acerca de los retos y la responsabilidad que atañe la salud en la actualidad, en medio de avances tecnológicos y dilemas éticos. Al otro, como sus personajes, más que héroes o villanos, se mueven en el terreno complicado de la moral gris.
Lo anterior, en medio de la presión creciente de salvar vidas con los recursos a mano — no siempre los suficientes — y mantener la moral en alta. Para enfatizar este complicado escenario, Pulso sigue a los residentes de urgencias y cirugías del ficticio Hospital Maguire en Miami. Especializado en traumatología, la institución se esfuerza por brindar tratamiento avanzado para todo tipo de enfermedades y trastornos. A la vez, en educar a toda una nueva generación de médicos y enfermeras, que deberán enfrentar los momentos más duros dentro y fuera del quirófano.
Un comienzo complicado para ‘Pulso’ de Netflix

La serie comienza con el anuncio del huracán Andy y los posibles destrozos que dejará a su paso en la ciudad. Una situación crítica que brinda contexto a la forma en que el hospital se desempeña y qué espera de sus diferentes empleados. Por lo que la historia muestra la manera en que se prepara para afrontar una posible catástrofe. A pesar de no ser especialmente innovadora, Pulso es capaz de combinar un escenario trágico que va más allá de sus personajes, con las vivencias de cada uno de ellos.
Por lo que la doctora Danny Simms (Willa Fitzgerald), residente de tercer año, se encuentra con la primera gran responsabilidad de su carrera. Deberá no solo organizar los recursos para atender a los pacientes de diversas crisis y situaciones, mientras intenta coordinar la actuación de su equipo. Todo, en medio de una situación controvertida. Danny acaba de presentar una denuncia por acoso contra su anterior jefe inmediato, el doctor Xander Phillips (Colin Woodell). No obstante, y a pesar de que Xander recibió una baja inmediata, la emergencia obliga a que permanezca en las instalaciones del hospital.


De modo que, aunque está despedido, tendrá que actuar bajo las órdenes de Danny, ahora su superior en el cargo. Paso a paso, el argumento indaga en cómo una situación crítica exterior, deberá enfrentar la incomodidad que supone lo ocurrido entre Danny y Xavier. Una circunstancia que se vuelve cada vez peor, a medida que la tensión aumenta y las emociones más duras, comienzan a aflorar. Pulso, utiliza esta doble visión acerca de las exigencias médicas en una catástrofe, para dedicar atención al componente humano detrás del personal médico.
Mucho más, cuando el deber, la responsabilidad y la ética hacia los pacientes se convierten en valores inestimables, por encima de los conflictos personales. Gradualmente, todos los personajes que rodean a Danny y Xander, tendrán que lidiar, de una forma u otra, con varias situaciones complicadas en paralelo. Tanto con las consecuencias de la emergencia climática puertas afuera, como con la tensión entre colegas en la sala de urgencias.
Una perspectiva poco común sobre la medicina


De modo que, el equipo entero deberá dirimir su lealtad e incluso amistad, ante el jefe despedido y la que asume su lugar. El guion de Pulso es astuto al reflexionar sobre sentimientos tan humanos como el rencor, la furia y el miedo. Todo a través de una serie de personajes ambiguos y atravesando quizás el peor momento de su carrera. Del doctor Sam Elijah (Jessie T. Usher), que intenta equilibrar cargas entre la disciplina y la abnegación de cara a un conflicto legal, hasta la doctora Harper Simms (Jessy Yates), residente de medicina de urgencias de segundo año y cada vez más presionada.
A lo largo de sus diez capítulos, Pulso logra construir una historia creíble, emocionalmente sincera y frenética alrededor de cada uno de sus personajes. Pero también, mostrar que, más allá de sus debates privados, son profesionales competentes y dispuestos a poner por encima de sus conflictos, la salud de sus pacientes.


Para su episodio final — que anuncia segunda temporada —, Pulso deja algo claro. Aunque pueda parecer un drama médico común, en realidad se esfuerza por ser mucho más arriesgado y menos inclinado a mostrar los lugares más heroicos de sus protagonistas. En lugar de eso, la trama juega con la idea que, antes o después, cada médico del Maguire, deberá enfrentar la decisión de ayudar o solo consolar sus pesares. Y que la manera en que afronta esa disyuntiva, demuestra su compromiso con la medicina y la mejor parte de sí mismos. Una dimensión interesante de uno de los géneros favoritos de la televisión.
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