Solemos pensar que la única función de nuestra dentadura es cortar y triturar los alimentos. Por eso, los dientes artificiales que normalmente se implantan a las personas que han perdido sus piezas naturales hacen eso: procesar los alimentos. Sin embargo, nuestros dientes son mucho más que eso. Actúan como vínculo entre nuestra boca y los nervios que llevan la información hasta el cerebro, de modo que podamos saber si un alimento está muy frío o si quema demasiado para seguir comiendo. También intervienen en el habla. Todos hemos visto cómo hablan las personas que no tienen dientes. Pero, para que todo esto se pueda hacer correctamente, es necesario que los dientes estén bien unidos a los nervios al otro lado de la encía y eso, por desgracia, es algo que hasta ahora no se ha logrado con dientes artificiales.
La parte positiva de esta historia es que pronto podría tener solución gracias a los dientes artificiales que ha desarrollado un equipo de científicos de la Universidad de Tufts. Normalmente, las prótesis se unen al hueso de la mandíbula a través de unos tornillos especiales. No se tienen en cuenta los nervios.
Sin embargo, sus dientes artificiales crecen directamente sobre la encía y poco a poco van conectándose a los nervios para mantener esa comunicación con el cerebro que normalmente se pierde al perder las piezas dentales naturales. Es un gran avance que por ahora se ha probado solo en ratones. Pero con ellos los resultados han sido bastante buenos. Está todo casi listo para empezar a preparar ensayos en humanos.
¿Cómo funcionan estos dientes artificiales?
Estos dientes artificiales están compuestos por una capa externa biodegradable que contiene células madre y una proteína específica que activa las células para que maduren en el tejido nervioso. Así se consigue que, a medida que las células madre se van transformando en un nuevo diente, este se une a los nervios de la encía. Paralelamente, también se va perdiendo esa cáscara de tejido biodegradable, dejando que el diente emerja por completo. Además, el diente tiene una capa de nanofibras de caucho que se van expandiendo y ayudan a que se quede encajado en su lugar cuando ya no quede nada de esa cubierta.
Esto es muy positivo porque no hace falta tanta cirugía como con los implantes habituales. En este caso, los dientes artificiales crecen en la encía casi como si fuese naturales.

¿Cómo se ha probado en ratones?
El primer paso en los estudios con ratones era comprobar si, efectivamente, los dientes artificiales crecían con normalidad en las encías de los ratones. Los resultados en ese sentido han sido los esperados. Ahora, sin embargo, queda el paso más importante, ya que los investigadores van a analizar la actividad cerebral de los roedores cuando ingieran alimentos. El objetivo es comprobar si, efectivamente, pueden sentir a través de los dientes.
Si se confirma que es posible, estos dientes artificiales estarían definitivamente en el buen camino. Lógicamente, aún queda mucho para que nuestro dentista pueda ponérnoslos, pero es un comienzo de lo más interesante.
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