De la Biblioteca Central al Museo Anahuacalli: a 120 años del natalicio de Juan O’Gorman

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Hablar de Juan O’Gorman es hablar de un arquitecto y muralista reconocido por su obra en la Biblioteca Central de la UNAM, la Biblioteca Anahuacalli y muchos otros sitios más. A 120 años de su natalicio hacemos un recorrido por su vida y obra.

 Laura Velarde

 

Cuando se habla de Juan O’Gorman, no basta con decir que fue arquitecto o pintor. Fue un creador total. Un hombre que diseñó con lógica, pintó con historia y pensó con futuro. Su legado vive en muros, edificios y paisajes que siguen hablando de México, de su identidad y de su lucha.

 

Nacido en 1905 en Coyoacán, O’Gorman fue hijo de un pintor irlandés y una madre mexicana. Esta mezcla marcaría su vida: entre la técnica europea y la raíz indígena, entre la razón moderna y el símbolo antiguo.

 

Estudió arquitectura en la UNAM, donde absorbió las ideas del funcionalismo europeo. Muy pronto, se convertiría en uno de sus mayores representantes en América Latina.

 

De la arquitectura al muralismo

 

A finales de los años 20, O’Gorman diseñó su propia casa siguiendo principios funcionalistas. Es decir, sin adornos, con estructura clara y con materiales locales. Esta construcción fue un hito: la primera casa funcionalista del país.

 

Poco después, diseñó la célebre Casa-Estudio de Diego Rivera y Frida Kahlo. Un edificio de líneas puras, con puentes elevados y ventanas amplias. El arte y la arquitectura comenzaban a hablar el mismo idioma.

 

En la década de los 30 comenzó a explorar el muralismo, influido por Rivera, Siqueiros y Orozco. Sus murales, sin embargo, aportaron algo nuevo: una síntesis entre historia, pedagogía y diseño arquitectónico.

 

 

El más emblemático es, sin duda, el mural de la Biblioteca Central de la UNAM. Construido con piedras de colores traídas de todo el país, este mural de 4 mil metros cuadrados narra la historia de México desde el mundo prehispánico hasta el siglo XX.

 

En su madurez, propuso un nuevo camino: una arquitectura que dialogara con la tierra, con la roca, con el entorno. Así nació su Casa-Cueva en San Jerónimo, una obra que parece brotar del suelo, hecha de lava petrificada, jardines y color.

 

Un legado que perdura

 

Más allá de su obra, O’Gorman fue un pensador social. Construyó escuelas públicas, propuso viviendas accesibles y defendió el papel del arte en la educación. Fue amigo y colaborador de Frida Kahlo, de Diego Rivera, y de muchos otros artistas que creyeron en el poder transformador del arte.

 

Recibió el Premio Nacional de Artes en 1972, y dejó una huella profunda en generaciones de arquitectos y artistas.

 

Hoy es imposible imaginar el campus de la UNAM sin su biblioteca, o el sur de la Ciudad de México sin sus edificios escultóricos. Pues O’Gorman entendió algo esencial: que la arquitectura no es solo diseño, sino símbolo. Que el arte puede ser útil, bello y revolucionario al mismo tiempo.

 

 

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