En Costa Rica, miles de perros y gatos viven en abandono, maltrato o negligencia. Para muchos, su destino cambia gracias a personas como Carolina Benavides y Anabelle Blanco, dos mujeres que han hecho del rescate animal su vocación de vida, aunque eso signifique enfrentar carencias económicas, desgaste emocional y la indiferencia del Estado.
Actualmente, Benavides lidera el Albergue Animales de Asis, mientras que Blanco tiene el Refugio Animal Hope CR.
Ser rescatista no es un pasatiempo, es una responsabilidad constante que no entiende de horarios ni feriados.
“Esto es 365 días al año. Si un perrito se pone mal, hay que correr al veterinario, sin importar la hora o el día. No importa si es Navidad o Semana Santa”, resaltó Blanco, directora de una asociación sin fines de lucro que opera en la zona metropolitana y que colabora de forma directa con instituciones como el OIJ y Senasa.
Anabelle Blanco: entre la angustia y la gratitud
El camino de esta mujer en el rescate comenzó hace más de una década, con un solo caso. Desde entonces, ha visto pasar cientos de animales por sus manos. Algunos han sanado y encontrado una familia. Otros no han tenido tanta suerte.
“Hemos sacrificado familia, amigos, fines de semana. Todo por ellos. No hay descanso. Esto no es algo que uno apague como una lámpara. Son muchos sacrificios, pero vale la pena”, contó.
Uno de los casos que más la marcó fue el de “Jocote”, un pitbull adulto encontrado en un estado alarmante. Venía fracturado, con la piel destrozada. Era un perro super noble, demasiado bueno, y aun así lo trataron con una crueldad tremenda, según recuerda.
El costo de su tratamiento fue altísimo, pero Blanco no se rindió. Junto a su equipo organizó rifas, ventas, actividades y solicitó padrinazgos.
“Una persona donaba el hemograma, otra el alimento, otra la cirugía de oídos. Tocamos todas las puertas posibles. Y lo logramos. Cocote vivió feliz sus últimos años con una familia que lo quiso de verdad”, acotó.
Casos como ese no son la excepción. Según Anabelle, el 90% de los animales que recibe su organización llegan víctimas de maltrato.
“Son perros y gatos con traumas severos, enfermedades, fracturas. Y cada uno implica una inversión enorme para curarlos como se merecen”.
Carolina Benavides: un vínculo emocional sin tregua
En otro punto del país, Carolina Benavides también dedica sus días, y muchas de sus noches, al rescate. Su vínculo con los animales va más allá del deber; es emocional, profundo.
“Uno se apega. Los ves llegar destruidos y poco a poco, con cuidado y amor, vuelven a confiar. Eso no tiene precio”, dijo.
Aunque con los años ha ganado experiencia, confiesa que todavía hay casos que la quiebran.
“Una vez vi a una perrita correr detrás de un carro que la acababa de dejar botada. Esas imágenes se te quedan. Y claro, uno hace lo que puede, pero también hay un límite. Económico, físico, emocional”.
Carolina aseguró que, a pesar de algunos avances en sensibilidad social, Costa Rica aún tiene enormes vacíos en cultura de protección animal.
“A la gente le cuesta donar, involucrarse. Nos falta como país entender que los animales sienten igual que nosotros. No son objetos. Son seres sintientes, vulnerables”, afirmó
También señala al Estado por la falta de apoyo. Según comentó, Senasa hace lo que puede, pero no tienen presupuesto. No hay refugios estatales. Todo recae en asociaciones como la nuestra, que también estamos saturadas y sin recursos.
La lucha por cambiar leyes
Tanto Benavides como Blanco coinciden en que la legislación costarricense es insuficiente para castigar a quienes agreden animales.
“Hay una ley, pero le faltan dientes. Las penas no son lo suficientemente fuertes, y muchas veces los agresores no enfrentan consecuencias reales”, subrayó Carolina.
Anabelle añadió que necesitamos que se modifiquen artículos de la ley de maltrato animal, que haya sanciones más severas y que de verdad se apliquen. Pero también que se asigne presupuesto a Senasa, al OIJ, y a la parte de bienestar animal. “No puede ser que trabajen con las uñas”.
Esa carencia presupuestaria afecta directamente la capacidad de respuesta de las instituciones.
“Ellos decomisan animales, pero no tienen a dónde llevarlos. Entonces nos llaman a nosotras, pero nosotras también tenemos que ver cómo alimentamos y curamos a esos animales. Es un ciclo de abandono institucional”, explica Carolina.
La importancia de una red de apoyo
En medio de las dificultades, las rescatistas han aprendido a formar redes de apoyo entre ellas. Se pasan contactos de veterinarios solidarios, hacen rifas conjuntas y comparten casos urgentes. La comunidad animalista es un sostén vital.
“Nos ayudamos unas a otras. Porque esto es muy duro. Muy solitario”, ratificó Anabelle.
También recurren a la buena voluntad de personas particulares.
“Hay gente que ayuda con un saco de comida o pagando un medicamento. Y eso hace toda la diferencia. Uno no olvida esos gestos”, añade Carolina.
Blanco confesó que hay veces que no tienen ni un saco de comida. “Uno solo ve tantos angelitos (perros y gatos) y piensa, qué hago”. Al final logran resolver, pero no es fácil. Lo describe como algo que les llena el corazón, pero que deja deudas, cansancio y mucho desgaste físico.
”Toca seguir, a pesar de todo”
Ni el cansancio, ni las deudas, ni las heridas emocionales han hecho que estas mujeres abandonen su misión. Para ellas, cada vida salvada justifica el esfuerzo.
“Uno llora, se quiebra, pero luego ve a ese perrito que estaba desahuciado corriendo feliz en su nueva casa… y vale la pena. Toca seguir, a pesar de todo”, dice Anabelle.
Carolina lo resume con una frase que bien podría ser el lema de quienes comparten esta causa.
“Nuestro trabajo no es dar lástima, es crear conciencia. Mostrar que se puede cambiar una vida si todos ponemos un poco”.
Otro mensaje que destacó Benavides es que los animales son seres vivos, que merecen cuidados y amor, “no regalos de Navidad”, por lo que si usted adopta debe asumir la responsabilidad del “angelito” que tiene en sus manos.
En un país que aún está lejos de garantizar derechos básicos a los animales, el trabajo de personas como Anabelle y Carolina es mucho más que una labor voluntaria. Es un acto de resistencia.
Para conocer más información de las adopciones de estos refugios puede ingresar a este enlace, o contactarlas al número telefónico 8813-7808, de Blanco y al 8727- 7589, con Benavides.
Esta información pertenece a su respectivo autor y ha sido recopilada del sitio web: https://www.teletica.com/mascoticas/retos-detras-de-ser-rescatista-de-animales-son-muchos-sacrificios-pero-vale-la-pena_386593