La resistencia silenciosa del maíz chinampero

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La siembra del maíz chinampero está en riesgo debido al cambio climático, la falta de recursos y el desinterés de nuevas generaciones.

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Escucha el especial con la producción de René Garza

Natalia Matamoros

 

En el episodio anterior hablábamos sobre la importancia del Banco de Semillas de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) como órgano protector de las plantas silvestres y nativas del país, entre ellas el maíz. Un cereal que data de tiempos prehispánicos y que juega un papel protagónico en la dieta de las familias mexicanas.

 

En este capítulo, recorreremos los canales de Xochimilco para hablar del maíz chinampero, el cual se cultiva muy cerca de vías fluviales y cuyos sembradíos quedan entremezclados con los cultivos de flores y hortalizas.

 

Este maíz dulce y tierno —de mazorcas grandes— ofrece una gama única de colores que van desde el amarillo intenso, pasando por morado, rojo y negro. Son ideales no sólo para la preparación de las tortillas, sino también de atole, tepache, entre otros productos que rigen la alimentación de la población mexicana.

 

 

Quienes lo cultivan, lo hacen por amor al campo, por la preservación de las especies nativas y por herencia de sus abuelos. Ese es el caso de Ricardo Sánchez, ya que, su abuelo le enseñó a trabajar la tierra y a sembrar maíz para autoconsumo y para la venta en los mercados de la zona.

 

Pero, los esfuerzos que realizan él y otros tantos productores de la región por conservar esta especie, se vieron mermados ante una serie de amenazas que ponen en riesgo su permanencia en el tiempo.

 

 

Alteraciones climáticas asedian cultivos

 

El cambio climático, derivado de los prolongados períodos de sequía y heladas atípicas, causó daños en los cultivos. Ricardo Sánchez, quien lleva más de una década dedicada al campo en la región de San Lorenzo en Xochimilco, relató que el pasado 12 de abril, una helada quemó los maizales en proceso de formación.

 

Decenas de sembradíos resultaron afectados y no pudieron recuperarlos. Él perdió varias parcelas de cultivo que no pudieron restaurar. Fue tiempo y dinero que no podrán compensar, lo cual se traduce en nulas ganancias que hacen que este oficio, convertido en modo de vida de estas poblaciones, sea poco rentable:

 

“A veces por el cambio climático ya no es costeable. Las producciones cada vez han ido reduciéndose bastante como para que sea rentable este producto. Debido a este problema de cambio climático principalmente hemos tenido estos problemas como las heladas, plagas, sequía. En la actualidad hemos tenido una sequía muy abrupta”.

 

Las variaciones climáticas imprevistas obligaron a algunos a reprogramar el calendario de siembra de esta especie de maíz para evitar las pérdidas. Ese es el caso de Humberto Cortés, quien solía cultivar su maíz chinampero en febrero, pero con las alteraciones de temperatura lo extendió a mayo para cosechar en noviembre:

 

“Con tantos cambios climáticos y muchas temperaturas y sequías, yo me he esperado que llegue cerca la temporada de lluvias para asegurar la siembra, aparte de que luego nos cuesta trabajo conservar la semilla”.

 

Un reporte de la Comisión de Recursos Naturales y Desarrollo Rural (CORENADR) calculó que existen aproximadamente mil 200 productores de maíz chinampero, contando a los integrantes de la familia. Ellos siembran cerca de 66 hectáreas en la zona norte de la cabecera de Xochimilco y Tláhuac.

 

Esta cifra está en peligro de reducirse aún más, no sólo por las alteraciones del clima, sino también porque las nuevas generaciones perdieron el interés por el campo.

 

Así lo expuso el agricultor Ariel González, quien dedica 12 horas diarias al cultivo del maíz y de hortalizas en San Gregorio Atlapulco. De sus abuelos, aprendió el arte de sembrar el cereal y les enseñó el oficio a sus hijos y nietos, que se dedican muy poco a esta actividad porque no es rentable y tienen otros intereses.

 

 

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Desinterés por el campo

 

Ariel Gónzalez sugirió que los trabajos en dependencias gubernamentales o en empresas privadas son la causa de que las nuevas generaciones no estén interesadas en aprender a cultivar en el campo:

 

“También ese interés se pierde porque pues se van a trabajar, se van a alguna dependencia del gobierno o a empresas privadas y, ahí es donde se pierde ese interés de parte de las personas. Somos pocos los que impulsamos el campo. Creo que somos la última generación.

 

Obviamente también a través de las reuniones que tenemos en las Casas de Semillas con los compañeros en los centros de aprendizaje campesino, estamos tratando de motivar a los hijos, a los nietos de los pobladores para que tengan ese amor al campo”.

 

La producción de maíz en esa región también se ve mermada, incluso desplazada por la incursión de las prácticas ecoturísticas que resultan más rentables para algunos pobladores, así como el cambio ilegal del uso de suelo para desarrollos urbanos.

 

Muchas zonas que anteriormente estaban dedicadas a la siembra del cereal, las convirtieron en espacios de desarrollo turístico como:

 

    Restaurantes.
    Canchas deportivas.
    Mercados de artesanías.
    Zonas recreativas.

 

Por ello, disminuyeron las superficies disponibles para la producción agrícola.

 

A la situación se suma que los cultivos de este cereal tardan seis meses y, para obtener ganancias por este concepto, “hay que esperar un buen tiempo”, dijo el productor Ricardo Sánchez:

 

“La situación de los ecoturismos; es más rentable una cancha de fútbol, un ecoturismo, una palapa, que tener un sueldo de producción. El ciclo de producción del maíz es de seis meses, tienes que labrar la tierra. Desde desenyerbarla, echarla, sembrarla, cultivarla.

 

Y realmente es un proceso de seis meses donde la cosecha se ve mermada por cuestiones climáticas como una helada, una granizada, falta de lluvia. En cambio, un jardín está más asegurada tu inversión”.

 

A pesar de este desafío, para Sánchez es posible encontrar un equilibrio entre el ecoturismo y la agricultura, promoviendo prácticas que integren ambas actividades de manera sostenible.

 

Y, enumeró las acciones que contribuirían a mantener vivas estas prácticas en Xochimilco:

 

    Facilitar el ecoturismo responsable que valore y promueva la agricultura chinampera para proteger la producción de maíz y la herencia cultural asociada.
    Iniciativas que eduquen a los turistas sobre la importancia del maíz.
    Agricultura tradicional.

 

La falta de incentivos económicos es otra barrera que enfrentan los productores de la zona. Para Sánchez, los programas de apoyo al campo, como subsidios para la compra de insumos, programas de restauración de canales, créditos para la compra y modernización de herramientas así como equipos para la siembra, son insuficientes.

 

Esto ha contribuido al abandono del campo. Según él, hay decenas de parcelas abandonadas por los campesinos en la región que deciden dedicarse a otros rubros ante la falta de recursos para mantener las siembras:

 

“De alguna forma los recursos que da el gobierno son muy escasos y limitados para hacer las actividades. Otra, no se cuenta con capacidad de ingenieros agrónomos que puedan asesorar adecuadamente. El apoyo gubernamental es tardío. Cuando estamos en la siembra prácticamente no recibimos el apoyo como tal. En la cuestión de acompañamiento en la comercialización, es nulo”.

 

 

Custodios de las semillas

 

A pesar de las limitantes que ponen en riesgo el cultivo del maíz nativo en la región, los productores luchan por preservar este cereal en el tiempo, por conservar esta tradición, por la defensa de la soberanía alimentaria y para que las chinampas de la Ciudad de México se mantengan como un territorio libre de maíz transgénico.

 

Lo anterior, a través de las técnicas tradicionales de siembra y el impulso de las Casas de Semillas que promueven el libre intercambio de granos entre los productores.

 

 

Ariel González defendió las prácticas agroecológicas y artesanales del cultivo de maíz nativo en Xochimilco sin el uso de productos químicos. Así, explicó a IMER Noticias en qué consisten:

 

“La técnica artesanal nosotros desde que sembramos el maíz, lo seleccionamos por el método de maizal intensivo. Es un método por el cual hay un cordón donde voy señalando de a 50 centímetros, dos o tres semillitas. De acuerdo a las características de la planta y cómo va creciendo, voy seleccionando el maíz y es el producto que está acá y sí te das cuenta el grano es más bonito”.

 

Por su parte, Montserrat Téllez, representante de la campaña “Sin Maíz, no hay país“, comentó que las Casas de las Semillas y las ferias de intercambio organizadas en los embarcaderos de Xochimilco y en sus alrededores, protegen la biodiversidad agrícola global porque cada semilla guarda adaptaciones únicas frente a enfermedades y plagas.

 

Son lugares donde también intercambian conocimientos y saberes ancestrales sobre la importancia del cereal. Además, crean conciencia de la importancia de proteger el patrimonio biológico de la región:

 

“Pueden consumir deliciosos platillos de maíz, interecambiar su semillas y conocimientos asociados al cuidado de esas semillas. Por ejemplo, ahí se dicen: ‘esta semilla es mucho mejor para hacer pinole’, o ‘sabes que resiste condiciones de sequía, entonces yo creo que en tu comunidad también te va a servir’.

 

O también: ‘queda delicioso para hacer tortillas’, o simplemente ‘es un maíz que queremos conservar porque se está perdiendo, entonces siémbralo para que se siga conservando”.

 

En esos encuentros entre productores, que aún creen en el valor de la diversidad nativa, organizan cooperativas o colectivos, no sólo para proteger su grano, sino también para recuperar el sentido comunitario que siempre ha acompañado al maíz.

 

Más que un cultivo, el maíz chinampero es un acto de resistencia viva. Cada milpa sembrada es un testimonio de amor a la tierra, una apuesta por la identidad y la soberanía alimentaria.

 

En cada grano no sólo guardan alimento, también hay historia, cultura y un futuro que, productores como Ricardo, Ariel y Humberto, se niegan a dejar marchitar.

 

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