Los aviones queman combustibles fósiles para obtener su impulso. Debido a sus proporciones y las distancias que recorren, las aeronaves producen “cantidades exorbitantes” de emisiones, asegura la ONU. Datos de la AIE demuestran que, en 2023, la aviación representó el 2.5% de las emisiones globales de dióxido de carbono (CO₂) relacionadas con la energía.
“Un vuelo de larga distancia de Nueva York a Tokio, solo de ida, supone una media aproximada de 2 toneladas de emisiones de dióxido de carbono”, ejemplifican las Naciones Unidas. En comparación, la media anual de la huella de carbono por persona es de 5.9 toneladas.
Dado que un vuelo de larga distancia puede provocar altas emisiones, elegir otros medios de transporte, como el ferrocarril o los autobuses, puede ser una opción respetuosa con el planeta, asegura la organización internacional. En caso de no poder tomar otro medio de transporte, la ONU recomienda planificar el traslado con anticipación y reducir la cantidad de trayectos necesarios.
En países con poca o ninguna oferta ferroviaria, también vale la pena compartir el coche con más amigos o familiares a la hora de salir a la carretera.
Tal como indica la AIE, cambios sencillos de comportamiento y hábitos para consumir menos energía en las actividades diarias permiten usar estos recursos de manera más “inteligente”, lo que se traduce en una menor huella ambiental y menos costos en las facturas. Además, los cambios de comportamiento para reducir el consumo energético contribuyen a mejorar el bienestar y la salud pública.
No obstante, cabe aclarar que, aunque muchas medidas pueden adoptarse de inmediato, a menudo con un coste mínimo o nulo, como bajar la temperatura o caminar en lugar de conducir, “los cambios de comportamiento dependen no solo de decisiones individuales, sino también de factores sistémicos como la disponibilidad de infraestructuras como ciclovías, transporte público o trenes de alta velocidad”.
Asimismo, las normas socioculturales influyen en la probabilidad de que los consumidores modifiquen sus hábitos energéticos, aclara la Agencia Internacional de Energía.
“Además, es probable que los cambios solo se produzcan a nivel de los ciudadanos individuales si los gobiernos impulsan cambios sistémicos en la movilidad y la concienciación del consumidor mediante políticas eficaces”, subraya el organismo. “Por lo tanto, los cambios graduales en los estilos de vida y las opiniones necesarios para estos cambios requerirán intervenciones políticas e inversiones oportunas, claras y coherentes”.
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