FIREFLIES Spring Summer 2026

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By ndh
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El 1 de febrero de 1941, en una época oscura, cuando la furia de la guerra arrasaba la tierra y las unidades antiaéreas desgarraban el silencio del cielo, un joven estudiante de la Facultad de Humanidades de Bolonia envía una carta a un amigo de la infancia. Le habla del brillo cambiante del deseo —erótico, lúdico, inocente— que sigue ardiendo a pesar de las sombras inquietantes que oscurecen su presente.

Entre otras cosas, escribe:
“Esa noche de la que te hablé, vimos una cantidad inmensa de luciérnagas; formaban pequeños bosques de fuego dentro de los arbustos, y las envidiábamos porque se amaban, porque se deseaban a través de vuelos y luces amorosas”.

Ese estudiante es Pier Paolo Pasolini. Las luciérnagas que evoca representan, para él, la capacidad de resistir a la noche más oscura: luminiscencias erráticas llenas de vida, fragmentos intermitentes de poesía encarnada, destellos tan esquivos como necesarios para sobrevivir a la oscuridad del fascismo dominante.

Crédito imagen: Valentino

El 1 de febrero de 1975, exactamente 34 años después de aquel mensaje de esperanza confiado al resplandor de las luciérnagas, Pasolini publica un artículo para reflexionar sobre la situación política y la devastadora estandarización cultural de la época. Es cierto, escribe, el fascismo de los años 30 y 40 ha sido derrotado. Sin embargo, ha logrado resurgir de una manera radicalmente nueva e impredecible. Su referencia apunta al conformismo que estaba arrasando los valores, las almas y los lenguajes: una nueva noche, tan impenetrable que devoraba por completo las diferencias y las danzas luminosas de las luciérnagas que buscaban amor. Es la teorización definitiva sobre “la desaparición de las luciérnagas”.

Sin embargo, el historiador del arte Georges Didi-Huberman no cree en tal profecía. Comparte la preocupación que se desliza en las palabras de Pasolini, pero afirma que es imposible rendirse al tono apocalíptico que proclama el triunfo de la oscuridad. Todavía existen supervivencias luminosas, anacronismos y destellos brillantes que dibujan espacios de posibilidad. Estas chispas de luz son, por supuesto, muy débiles. Son difíciles de percibir. “Se necesitan casi cinco mil luciérnagas para producir una luz igual a la de una sola vela” (G. Didi-Huberman). Se necesita un ojo que aún sea capaz de imaginar y desear.

Crédito imagen: Valentino

En este sentido, la desaparición de las luciérnagas profetizada por Pasolini correspondería solo a la incapacidad de una mirada atrofiada para leer los signos de esperanza en la oscuridad. Las luciérnagas no están muertas. Nos hemos vuelto ciegos, demasiado ciegos para verlas. Ya no podemos “buscar y reconocer quién y qué, en medio del infierno, no es infierno, y hacerlo durar, y darle espacio” (I. Calvino).

Necesitamos desarmar los ojos y despertar la mirada. Es la única forma de comprender que la penumbra de nuestro presente está en realidad tejida con enjambres luminosos de luciérnagas: indicios de mundos por venir, rastros de una belleza que resiste la estandarización, epifanías sensibles capaces de reconectarnos con lo humano.

La moda, en este sentido, puede convertirse en una aliada preciosa. Su tarea es iluminar aquello que ama ocultarse, revelando signos tímidos del futuro. Su poder está en profanar lo existente, emitiendo destellos de encanto y señales radiantes cargadas de gracia. Son chispas fugaces en la oscuridad, constelaciones de luciérnagas que abren portales de posibilidad y alimentan la imaginación con fuerza política.

Crédito imagen: Valentino

Esta información pertenece a su respectivo autor y ha sido recopilada del sitio web: https://distritomagazine.com.mx/fireflies-spring-summer-2026/

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