La Iglesia y el exorcismo católico: secretos de una práctica con historia milenaria | National Geographic

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By ndh
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Un exorcismo probablemente evoca imágenes de sacerdotes católicos, impulsados ​​por el poder de Cristo, con viento de una fuente desconocida soplando y velas parpadeando a su alrededor, expulsando demonios y espíritus malignos de personas poseídas o, en algunos casos, de un lugar.

Películas como “El Exorcista” de 1973 destacan el uso del agua bendita, la oración e incluso la razón para expulsar una fuerza nefasta, mientras la épica batalla entre el bien y el mal se desarrolla ante los ojos del espectador. Pero ¿son reales?

Los exorcismos sí ocurren, y lo que está en juego durante uno puede no alejarse demasiado de lo que la cultura popular nos quiere hacer creer. Pero al centrarse en los aspectos horrorosos del exorcismo contemporáneo, lo que la cultura popular no proporciona es una comprensión clara de cómo surgió realmente esta práctica.  

Los exorcismos realizados por la Iglesia Católica son la forma más conocida de esta práctica. Pero en el centro de cualquier esfuerzo por expulsar demonios se encuentra la lucha constante contra el mal. Sin embargo, la definición del mal es flexible y depende del sistema de creencias, la práctica y el contexto.

Como resultado, el mal puede manifestarse como posesión demoníaca, impureza espiritual o simple tentación. El exorcismo, como arma para combatir el mal, expulsa, purifica o protege de cualquier fuerza nefasta en juego.

En Mesopotamia, durante el primer milenio a. C., los ašipu, portadores de magia, ahuyentaban y expulsaban a los demonios que traían enfermedades y caos. Como sanadores espirituales, los ašipu eran estimados protectores que usaban amuletos, realizaban elaborados rituales y, cuando era necesario, recurrían a demonios auxiliares en sus esfuerzos.

La antigua palabra griega daimon, de la que deriva el término moderno “demonio”, se refería a espíritus divinos y fuerzas sobrenaturales. Si bien un daimon podía ser bueno o malo, este último era una fuerza maligna que debía ser expulsada o exorcizada.

El historiador del siglo I d.C., Flavio Josefo, contó la historia de Eleazar, un hombre que liberó a otros de un demonio sacándolo de su nariz e invocando repetidamente el nombre del rey Salomón, lo que da testimonio de una forma de exorcismo también en la tradición judía.

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