Estudios Churubusco: cuatro especialistas—Magda Ochoa, Maribel Caballero, José García y Lizeth Velázquez— han sido testigos de la transformación del cine mexicano, del formato analógico al digital. Entre negativos, mesas de corte y escáneres digitales, mantienen viva la magia de la “Fábrica de Sueños” y preservan décadas de historia cinematográfica.
Escucha este especial con la producción de Alberto Palomino.
Laura Velarde
Antes de que el cine se digitalizara, las manos de especialistas marcaban la diferencia: revelaban, cortaban, sincronizaban y respirando junto a cada fotograma, escuchando el murmullo de las máquinas, oliendo el químico del revelado, imaginando cómo terminaría la película.
Allí, entre mesas de corte y laboratorios iluminados solo por la luz roja de los positivadores, llegaron Magada Ochoa, Maribel Caballero, José García y Lizeth Velázquez. Cuatro generaciones de historias, cuatro testigos de la transformación del cine mexicano, desde lo analógico hacia lo digital. Cada película que pasa por sus manos no solo conserva la imagen y el sonido, sino también el pulso de un pasado que se mezcla con el presente, manteniendo viva la magia de la “Fábrica de Sueños”.
Desde los rollos de negativo, pasando por el revelado en positivo, hasta los archivos digitales, estos cuatro especialistas han sido testigos y protagonistas de décadas de historia y técnica cinematográfica.
La transformación de la película: de lo análogo a lo digital
Magda Ochoa llegó a los estudios hace 30 años. Comenzó en el área de luces y pronto se adentró en el corte sincrónico. Un universo donde cada escena debía ser seleccionada, cada negativo sincronizado con su sonido y preparado para el positivo de proyección. La llegada de lo digital cambió todo.
“Aquí todo el tiempo estuve en el laboratorio, era mucho trabajo, yo entré por principio en un área que se llama luces y después estuve muy poquito tiempo ahí, me pasé al área de corte sincrónico, donde ahí realmente era un sueño, un arte, un todo porque ahí era la transformación de toda la película.
Ahí era donde llegaba todo el material filmado en muchas partes de muchas películas, documentales, ahí en ese departamento se hacía lo que era la sincronización, el corte de negativo, se hacían roches, se preparaba todo para la película en sí.”
Entre sus recuerdos están El Zorro con Antonio Banderas, Buen Rostro con Salma Hayek, y películas mexicanas como El Infierno, Puño de rosas y Perfume de violetas, sin olvidar spots publicitarios y videoclips que también pasaron por sus manos.
Maribel Caballero lleva 28 años en el laboratorio, donde su labor es la química del cine: controlar los baños, medir reactivos, ajustar parámetros mecánicos y garantizar que cada negativo y positivo salga perfecto. Cuando llegó en 1997, todo era manual: toda decisión recaía sobre sus manos y sus instrumentos, y cada error podía alterar el resultado final. Hoy, la digitalización y la automatización han hecho el proceso más rápido y preciso, pero Maribel sigue viendo la magia en un negativo.
“Pues bueno, a raíz de que entró, vamos a decir la era digital, bueno, yo así como que sentí ese cambio brusco de lo que es la era manual cuando era el revelado manual y la era digital, sí disminuyó bastante en nuestro trabajo. Sobre todo lo que es el positivo, pues ya no se hace volumen de copias de como anteriormente. Sí, este disminuyó drásticamente, fue un cambio fuerte. Yo así lo vi. Actualmente nos está haciendo copias de positivo.
Ya nos estamos enfocando más a lo que es negativo, ahora sí los clientes que requieren de un negativo manual, ahora sí el trabajo que nosotros tenemos, pero ya de positivo ya definitivamente es muy poco nulo y pues ya nada más estamos enfocados también en blanco y negro.”
Un fotograma: una película
José García, con 22 años en los estudios, se especializa en restaurar y digitalizar películas antiguas, conservando imagen, sonido y subtítulos. Para él, lo más valioso no es la tecnología, sino el contacto directo con el material. Gran parte de su tiempo transcurre en el laboratorio, en un cuarto oscuro donde cada sentido debe estar despierto: el oído atento al murmullo de la máquina, el tacto delicado sobre los negativos, el olfato que percibe los químicos del revelado, y la vista que poco a poco se adapta a la penumbra.
Lizeth Velázquez, con 21 años en los estudios, comenzó cortando negativos de 35 milímetros con tijeras físicas, guiada por Lupita Ramírez. Tras cinco años en lo analógico, vivió la transición al formato digital, escaneando rollos en el Arri y trabajando con programas de postproducción.
“Se me facilitó de lo análogo a lo digital porque pues el conocimiento era prácticamente el mismo. Tenía yo obviamente todo el conocimiento de qué se trataba, dame esta escena de este rollo, pero en vez de cortarlo, pues ahora lo digitalizaba. En aquel tiempo cuando cortábamos a tijera, de verdad era un estrés, me sudaron las manos la primera vez que hice eso y lo hice poco porque me tocó justo la transición de del cine análogo al digital. Entonces, estuve en esa transición. Me tocó casi creo que una o dos películas en corte con tijera.
Y me sudaban las manos, ¿por qué? Porque si le cortas mal físicamente al negativo No, pues ya lo arruinaste. Arruinaste toda la peli, o sea, con un cuadro que le falte sí perjudica. Cuando paso a hacer eso a digital, pues me preocupé menos porque dije, bueno, si me va a faltar un cuadro o dos, pues eh regreso el rollo y lo vuelvo a escanear. No lo corté, ahí sigue el cuadro, está completo, nadie lo trasquiló. Entonces, creo que sí fue un poquito más relajado ese proceso.”
Hoy, los cuatro coinciden: Estudios Churubusco sigue siendo una Fábrica de Sueños. Allí, entre laboratorios, mesas de corte y escáneres digitales, la pasión por el cine y el respeto por la historia se mantienen vivos. Cada película que pasa por sus manos —analógica o digital— conserva un legado que las futuras generaciones podrán descubrir, aprender y admirar, uniendo el pasado y el presente en cada fotograma.
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