Eirinet Gómez
Periódico La Jornada
Miércoles 8 de octubre de 2025, p. 7
El Premio Nobel de Física 2025 otorgado ayer a John Clarke, Michel H. Devoret, y John M. Martinis por experimentos que revelaron efectos cuánticos –como la tunelización mecánica cuántica macroscópica y la cuantificación de la energía– en un sistema lo suficientemente grande como para sostenerse en la mano, no puede entenderse como algo aislado. Ricardo Gutiérrez Jaurégui, del Instituto de Física UNAM, donde investiga óptica y sistemas cuánticos abiertos, propone interpretarlo a partir de su relación con premios Nobel: 2012: Serge Haroche y David J. Wineland, “por métodos experimentales innovadores que permiten medir y manipular sistemas cuánticos individuales”. 1996: David M. Lee, Douglas D. Osheroff y Robert C. Richardson “por su descubrimiento de la superfluidez en el helio-3”. 1973: Leo Esaki e Ivar Giaever, “por sus descubrimientos experimentales sobre los fenómenos de tunelización en semiconductores y superconductores, respectivamente”, y Brian D. Josephson “por sus predicciones teóricas de las propiedades de una supercorriente a través de una barrera de túnel, en particular aquellos fenómenos que generalmente se conocen como efectos Josephson”. 1972: John Bardeen, Leon N. Cooper y Robert Schrieffer “por su teoría de la superconductividad desarrollada conjuntamente, llamada teoría BCS”. Para Gutiérrez Jaurégui el Nobel de 2025 a Clarke, Devoret y Martinis materializa seis décadas de estudio y experimentos: “En la comunidad científica estamos encantados, es un reconocimiento que esperábamos desde hace mucho tiempo y estábamos interesados en ver cómo lo iban a dividir”, afirmó.
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