El síndrome de Tourette es un trastorno neurológico que afecta el cerebro y los nervios, provocando movimientos o sonidos repetitivos, conocidos como tics, que ocurren de forma repentina e involuntaria, por lo que no se pueden controlar o prevenir.
Estos gestos, que pueden ser movimientos corporales, y/o expresiones vocales, se dividen en simples y complejos, dependiendo del número de grupos musculares que se involucren en los movimientos. Ejemplos de tics simples son encogerse de hombros y carraspear la voz, mientras que movimientos complejos serían saltar o repetir ciertas palabras y frases.

Los síntomas del Tourette suelen notarse en la primera infancia, especialmente entre los 5 y 7 años, y alcanzar su punto máximo a los 12. Entre los grupos de riesgo se encuentran los varones, que tienen entre tres y cuatro veces más probabilidades de desarrollar el síndrome, y las personas con antecedentes de la enfermedad en la familia. Las probabilidades también aumentan entre los niños que nacieron con poco peso, o de padres que fumaron o tuvieron problemas de salud durante el embarazo.
Problemas con los neurotransmisores cerebrales
Hasta ahora, los científicos desconocen la causa exacta del Tourette, aunque sí se sabe que suele ser hereditario, por lo que se cree que la genética puede influir. También se ha descubierto que los problemas relacionados con la metabolización de los neurotransmisores cerebrales, sustancias como la dopamina que se encargan de regular el comportamiento y el movimiento, pueden contribuir.
Además, un reciente estudio encontró que las personas con este síndrome, en comparación con aquellas que no, poseen aproximadamente la mitad de una célula cerebral responsable de regular los signos del movimiento hiperactivo. Según resalta MayoClinic, este déficit podría explicar por qué las señales neuronales no se controlan normalmente, provocando los tics.
No existe ningún examen que refleje el problema


El diagnóstico de esta enfermedad se puede realizar únicamente al analizar el comportamiento del paciente, ya que no existe ningún examen de sangre ni estudio de imagen que refleje el problema. Puesto que los tics leves no suelen representar un impedimento o un peligro en la vida diaria de quienes los padecen, el tratamiento casi siempre se destina a los casos más graves.
A estos pacientes se les puede recetar medicamentos para tratar la hipertensión arterial, terapia conductual, o neurolépticos, fármacos que limitan la actividad de la dopamina en el cerebro, ya que puede propiciar los tics.
Las personas que sufren de Tourette suelen presentar otras condiciones mentales como ansiedad, trastorno por déficit de atención con hiperactividad (TDAH), autismo, depresión, discapacidades de aprendizaje, trastorno obsesivo-compulsivo y trastorno oposicionista-desafiante, entre otros.
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