Todos conocemos los cinco sentidos básicos: oído, vista, gusto, olfato y tacto. Sin embargo, a lo largo de los últimos años se ha descubierto más de un sexto sentido. Desde los cambios de comportamiento basados en la percepción de modificaciones en la microbiota intestinal hasta la ecolocalización. Sí, según un estudio de 2024, los humanos podemos aprender a orientarnos como los murciélagos. Por si todo esto fuese poco, ahora un equipo de científicos de la Universidad Queen Mary de Londres ha descubierto que también tenemos un sexto sentido que nos permite tocar objetos a distancia.
En realidad, este sexto sentido, conocido como tacto remoto, se había estudiado con anterioridad en otras especies. Por ejemplo, en algunas aves. Sin embargo, igual que con la ecolocalización, hasta ahora no se había visto que los humanos también podemos usarlo. De hecho, no tenemos que aprenderlo. Nos sale solo.
Eso sí, hay que dejar claro que con objetos a distancia no nos referimos a apagar un ventilador situado al otro lado de la habitación sin ningún tipo de control remoto. Es necesario que los objetos estén bajo un material granuloso y a no más de 7 centímetros de distancia. Ahora puede parecer menos interesante, pero las aplicaciones siguen siendo increíbles.
¿Qué es el tacto remoto?
Para entender qué es el tacto remoto debemos pensar en las aves. Es común ver a algunos pájaros en la playa mapeando un poco la arena con su pico, ligeramente, hasta que de repente lo hunden bajo tierra y sacan algún suculento gusano. Esto es así porque han sido capaces de detectar a su presa aunque hubiese varios centímetros entre ella y su pico. No la han tocado. Al menos no según la idea tradicional de “tocar”. Pero sí que la han percibido a través del tacto remoto.

En el caso de los humanos, los autores del estudio que se acaba de publicar quisieron estudiar este sexto sentido también con arena de playa. Enterraron algunos pequeños objetos y le pidieron a un grupo de voluntarios que los buscaran sin remover la tierra ni hundir las manos. Solo podían usar el tacto de sus dedos. Curiosamente, encontraron los objetos en un 70,7 % de ocasiones, a pesar de haber muchísima tierra alrededor. Llegaron incluso a detectar objetos a una distancia entre ellos y sus dedos de 6,9 centímetros de distancia.
¿Cómo funciona este sexto sentido?
Las personas sentían que estaban tocando el objeto a pesar de no estar haciéndolo en realidad. Era un acto prácticamente inconsciente. Según estos científicos, posiblemente se debe a la detección de desplazamientos diminutos en la arena que los rodea. Son desplazamientos que, por supuesto, no se ven a simple vista. Sin embargo, parece que los humanos tenemos la capacidad de detectar esas perturbaciones invisibles a través del tacto. Es un sexto sentido que nos puede resultar muy útil en escenarios como la arqueología o los viajes espaciales. En el primer caso, se podrían detectar objetos sin dañarlos mediante la excavación y en el segundo se podría estudiar la superficie de otros planetas y detectar qué hay debajo.
Pero la realidad es que esto es algo que tampoco podemos hacer directamente con los dedos. Un arqueólogo no puede ponerse a palpar un yacimiento en buscar de reliquias y un astronauta no puede arrastrarse por el suelo marciano buscando nuevas rocas con la yema de sus dedos.
Aquí entran en juego los robots
En los escenarios mencionados, sería necesario recurrir a robots. Por eso, estos científicos hicieron un segundo experimento con un robot entrenado según el tacto de los humanos. Normalmente, los robots imitan los puntos fuertes de todo tipo de animales. Desde el vuelo de los insectos hasta la agilidad de los perros pueden ser útiles, por ejemplo, para buscar y rescatar a víctimas tras un accidente o desastre natural. Lógicamente, también se busca imitar muchas cualidades humanas en los robots. Ahora, han imitado una cualidad que parece de otro animal; pero que, en realidad, es también humana.


El robot resultante solo logró encontrar objetos en la arena en un 40 % de casos, pero halló algunos enterrados un poco más profundos. Habrá que perfeccionar la técnica; pero, al menos, estudiar este desconocido sexto sentido de los humanos ha dado la idea perfecta para crear robots que no necesitan un sensor de calor o visión de rayos X para detectar objetos enterrados. Les basta únicamente con tocar. Igual que a nosotros.
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