▲ Durante la presentación del evento se realizaron diferentes gambetas y dominadas.Foto Cristina Rodríguez
Emir Olivares y Alberto Aceves
Periódico La Jornada
Martes 11 de noviembre de 2025, p. a11
Sólo un acontecimiento de la historia mundial del futbol logró que un líder emanado de la 4T acudiera a Los Pinos. Erradicada de la narrativa cuatroteísta, la antigua residencia presidencial albergó el lanzamiento oficial de la Copa del Mundo 2026.
La presidenta Claudia Sheinbaum Pardo hizo una pausa lúdica en el convulsionado entorno nacional que prevalece, apenas la víspera presentaba el plan para pacificar Michoacán, para encabezar ayer desde este sitio –transformado en Complejo Cultural en el sexenio de Andrés Manuel López Obrador y que en el viejo régimen fue símbolo de los excesos y los lujos con los que vivía la familia presidencial– una mañanera extraordinaria donde el futbol ocupó el tema central.
En 212 días el balón rodará en el histórico estadio Azteca, ahora Banorte. Con el pitazo inicial, el viejo coloso de Santa Úrsula, la Ciudad de México y el país se inscribirán en los anales de historia: se convertirán en la primera sede que recibe por tercera ocasión el juego inaugural de una Copa del Mundo.
“México está listo para recibir el Mundial”, garantizó la Presidenta en una fría mañana.
Lejos de la expectativa, no apareció ninguno de los ídolos nacionales del balompié o siquiera un jugador, de esos que por su garra y pundonor lograra colarse a la convocatoria de algún Mundial.
Para este acto protocolario –se postergó una semana a causa del asesinato del alcalde de Uruapan, Carlos Manzo–, la mandataria estuvo acompañada sólo de la secretaria de Gobernación, Rosa Icela Rodríguez; de la coordinadora de los trabajos para el Mundial del gobierno de México, Gabriela Cuevas; y por el director ejecutivo de la FIFA en México, Jurgen Mainka.
Los protagonistas dedicaron algunas palabras al deporte que más pasiones genera en el mundo y, que en el caso de México, cada cuatro años irrita y decepciona a una fiel afición que ansía el triunfo de 11 hombres vestidos de verde.
Una victoria casi siempre tan cercana, pero que invariablemente es frustrada por algún factor y la participación del representativo nacional termina reducida al lugar común del “ya merito” en cada edición mundialista.
Será una Copa Mundial distinta, organizada por Estados Unidos, México y Canadá. Por primera vez participarán 48 selecciones –antes eran 32– y se jugarán 104 partidos.
Una competición en línea con los tiempos económicos y políticos globales, de la que sus dos protagonistas externos, Gianni Infantino y Donald Trump, no han desaprovechado oportunidad en su beneficio. “A medida que el deporte se ha hecho industria, ha ido desterrando la belleza que nace de la alegría de jugar porque sí”, citó el reconocido escritor Eduardo Galeano en su consabido El futbol a sol y sombra.
El futbol y la política no se disocian. Muchos autores han delineado su directa relación. “El futbol es política porque es un acto social”, afirma el escritor y doctor en historia Carles Viñas, autor de obras como St. Pauli, otro futbol es posible y El futbol en el país de los Soviets.
Y ayer, la presidenta Sheinbaum personalizó ese vínculo. Con una gambeta, rebasó a sus marcadores –aquellos que auguraron que la FIFA arrebataría a México la inauguración mundialista y acusaban hasta presiones de Trump–, y rubricó con un disparo a gol: “nunca dudamos que la inauguración se fuera a hacer aquí, en nuestro país (…), va a ser un muy buen momento, ya falta poco”.
Con otro regate aprovechó la oportunidad para emparejar los cartones en la geopolítica regional, a pesar de las diferencias con sus socios comerciales de América del Norte:
“Es un momento para no poner en el centro los problemas, sino al revés, poner en el centro los acuerdos y la gran relación que hay entre los tres países, y lo importante que ha sido el tratado comercial para Canadá, Estados Unidos y México”.
La serie de preguntas escenificó al propio juego. El particular estilo pelotero de la banda youtubera –habituales asistentes a las mañaneras– les alcanzó para unos cuantos disparos sin peligro a la meta. Sus interrogantes se dirigieron a la “importancia” para México de organizar el campeonato o a las “aportaciones” que dará al mundo.
Los periodistas especializados en deportes, en cambio, fueron más atrevidos. Tiraron a gol con certeros cañonazos: preguntaron si se podrá garantizar la seguridad de todos los participantes en torno a los recientes hechos de violencia en estadios del país, sobre los acuerdos de pasadas administraciones mexicanas con la FIFA para ajustar el pago de impuestos por la derrama económica que generará el Mundial o de los altos costos del boletaje que impedirán que personas que viven al día puedan acudir a un partido.
Hábil en sus desbordes políticos, Rosa Icela Rodríguez prometió que los 5.5 millones de visitantes de México que acudirán a la Copa Mundial disfrutarán, a la par, de la “vasta y rica” gastronomía nacional: tacos, birria, pozole, cabrito, mole, cochinita, panuchos, tamales y hasta el zacahuil.
En su historia, el Azteca tiene el inigualable privilegio de haber sido escenario donde se coronaran dos de los grandes dioses del futbol: Edson Arantes do Nascimento, Pelé, y Diego Armando Maradona.
Si la suerte así lo decide, para 2026 el césped del mítico inmueble vería la magia de las nuevas deidades futboleras: Messi o Cristiano Ronaldo.
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