Nueva York.-El zumbido de las máquinas de coser alguna vez llenaron el espacio del pequeño taller en la zona oeste de Ve pervisión de Xiomara Rivas. Rodeada de bobinas de hilo y de las charlas de sus seis empleadas, pasaba sus días cortando e hilvanando, agregando detalles que muy pronto aportarían un toque de color a los hogares de los turistas que visitaban Pico Bolívar, la montaña más alta de la región.
“Esos fueron algunos de los momentos más felices de mi vida”, recuerda Xiomara, de 68 años de edad, la mayor de un grupo de mujeres migrantes latinoamericanas que ahora tiene su base de operaciones en la ciudad de México. “No hay mayor alegría que saber que algo que tú haces le da felicidad a otra persona”.
Pero la vida en Venezuela se había vuelto cada vez más complicada. Cuando sus hijas migraron, Xiomara fue tras de ellas, primero a Colombia y luego a México, un país que ella describe como “inmensamente grande y vasto”. Con una visa y el apoyo de sus hijas, llegó con la firme determinación de volver a empezar.
Hoy ella encuentra la misma alegría que alguna vez sintió al hacer muñecas en un nuevo emprendimiento: una cooperativa de compañeras, mujeres artesanas de Venezuela, Guatemala, Haití y Perú, que han unido fuerzas para desarrollar algo duradero. Su objetivo común es crear una empresa textil dirigida por y para mujeres, en la cual poder obtener un ingreso digno, entrenar a otras y producir mercaderías hechas a mano que conlleven historias sobre migración, resiliencia y renovación.
Esta iniciativa ha encontrado su primer aliado en Básicos de México (BSCS), una empresa socialmente responsable dedicada a la moda que defiende la producción ética. Con la guía de BSCS, las mujeres están dando forma a un modelo flexible de trabajo que les permite ganar un ingreso mientras cuidan a sus familias.
IKEA México, la sucursal local de la empresa sueca de decoraciones cuya misión es crear una mejor vida para todos, ya se ha unido como uno de los primeros aliados. La compañía vende las piezas de macramé de la cooperativa en sus almacenes en la Ciudad de México, Puebla y Guadalajara. Cada pieza refleja la experiencia y el talento que las mujeres traen con ellas, perfilados por sus lugares de origen y sus viajes migratorios.
Cada lunes el grupo se reúne en el estudio de BSCS. Comparten ideas, juntan materiales, y luego siguen trabajando desde sus casas, un sistema que les asegura un ingreso estable semanal. “Es un modelo respetuoso de la autonomía de las mujeres”, explica Valerie Benatar, co fundadora de BSCA. “De tal manera pueden cuidar a sus hijos sin dejar de ser parte del proceso de producción”.
Un flujo estable de pedidos y de entregas les brinda a las mujeres estabilidad financiera y, lo que es también muy importante, un renovado sentido de independencia. Valerie, que tiene 41 años, ha sido testigo de cómo su nivel de compromiso crece semana tras semana, y ha visto en esas mujeres una mezcla de talento, responsabilidad y deseo de aprender. Esa calidad se refleja en el cuidado y la habilidad con la que crean cada producto.
Una de esas mujeres es Grace*, de 44 años, de Venezuela, cuya dedicación y pasión encarnan el espíritu que Valerie describe. Entrenada en comercio, contabilidad, enfermería y economía social, ella se unió a la iniciativa para crecer tanto personal como profesionalmente.
“Cada producto que fabricamos es de utilidad para alguna persona. Eso me da como una chispa, una motivación”, explica. “Hay algo romántico en el trabajo artesanal. Cuando uno decora su hogar con piezas hechas a mano, lo llena de vida porque cada puntada lleva la buena energía de otra persona. Es un hecho de que nuestros hogares – nuestros templos – deben llenarse con ese tipo de amor”.
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