La Habana/La economía cubana amaneció este 18 de diciembre con una novedad largamente anunciada y cuidadosamente envuelta en el lenguaje de la “gradualidad”: el Banco Central de Cuba (BCC) puso en marcha una tercera tasa de cambio oficial, de carácter flotante, que inicia sus andanzas a 410 pesos por un dólar y se suma a las ya existentes de 24 y 120 CUP. El Gobierno presenta la medida como el inicio de una transformación del mercado cambiario destinada a “ordenar” la economía y avanzar hacia una futura unificación monetaria. En la práctica, el país entra en una etapa aún más compleja de segmentación cambiaria, en medio de la peor crisis económica de las últimas décadas.
La presidenta del BCC, Juana Lilia Delgado Portal, defendió la decisión en una comparecencia especial transmitida por la televisión estatal y reproducida por Cubadebate. Según explicó, la coexistencia de varias tasas de cambio ha generado “distorsiones”, ha incentivado la informalidad y ha dificultado la trazabilidad bancaria y fiscal. Reconocer un tercer segmento –admitió– responde a una “existencia objetiva” imposible de seguir ignorando: la enorme brecha entre las tasas oficiales y el valor real del dólar en un mercado informal que ronda hoy los 440 pesos.
/ Cubadebate
El nuevo esquema divide el mercado cambiario en tres segmentos. El primero, a 1×24, seguirá reservado para asignaciones centralizadas del Estado destinadas a bienes y servicios considerados esenciales, como combustibles, medicamentos, electricidad, transporte público y la canasta básica. El segundo, a 1×120, se mantiene para determinadas entidades con capacidad de generar divisas, en particular el turismo. El tercero, que es la novedad, introduce una tasa flotante que será publicada diariamente por el BCC y se aplicará a personas naturales y a las formas de gestión no estatal.
El Gobierno insiste en que no se trata de improvisación, sino de una estrategia “responsable”. Una unificación inmediata –argumenta– provocaría una devaluación brusca del peso, con efectos inflacionarios aún más severos que los actuales y una mayor pérdida del poder adquisitivo de los salarios. La experiencia internacional, repiten las autoridades, avala esquemas transitorios con múltiples segmentos en economías con desequilibrios acumulados.
Pedro Carbonell aseguró que la nueva tasa flotante se basará en “operaciones reales” y no en expectativas especulativas como, según él, ocurre en el mercado informal
Sin embargo, la experiencia cubana reciente invita al escepticismo. Desde la fallida Tarea Ordenamiento, lanzada en enero de 2021 con promesas similares de racionalidad y estabilidad, el peso cubano no ha hecho más que perder valor, mientras la inflación se disparó y el salario real se desplomó. Cuatro años después, el país no solo no logró una moneda “ordenadora” de la economía, sino que terminó profundizando la dolarización parcial y normalizando un mercado informal que hoy marca la referencia real de precios.
El director de Políticas Macroeconómicas del BCC, Ian Pedro Carbonell, aseguró que la nueva tasa flotante se basará en “operaciones reales” y no en expectativas especulativas como, según él, ocurre en el mercado informal. El objetivo declarado es canalizar los flujos de divisas a través del sistema financiero, ofrecer un espacio legal y transparente para la compra y venta de moneda extranjera y reducir los riesgos que hoy enfrentan hogares y negocios.
Sobre el papel, los beneficios parecen claros. Los exportadores y las entidades generadoras de divisas podrán vender parte de sus ingresos a una tasa más favorable que la que hoy rige en su contabilidad, obteniendo más pesos para pagar salarios, invertir y cubrir gastos internos. Las formas de gestión no estatal accederán por primera vez de manera legal a la compra de divisas a través de sus cuentas bancarias, con un límite equivalente al 50% del promedio de sus ingresos brutos del último trimestre. Y la población podrá vender sus dólares y euros en bancos y Cadeca (casas de cambio) a una tasa “atractiva”, sin acudir al mercado informal.
Pero el propio diseño del esquema revela sus límites. El mercado flotante venderá solo las divisas que logre comprar. No contará con respaldo de reservas estatales ni con un colchón financiero que garantice estabilidad. En un país con una oferta de divisas crónicamente insuficiente, exportaciones en mínimos históricos y un turismo en caída libre, la pregunta central no es cómo se fijará la tasa, sino cuántos dólares habrá realmente disponibles.
El mismo día del anuncio oficial, el medio independiente El Toque denunció el bloqueo de su página web en la Isla tras un ciberataque
El Gobierno admite que el mercado informal no desaparecerá de inmediato. De hecho, la brecha entre la nueva tasa y el precio callejero marcará el verdadero termómetro de la medida. Si la tasa flotante queda muy por debajo del valor real del dólar, el incentivo para operar fuera del sistema persistirá. Si se acerca demasiado, el impacto inflacionario será inevitable.
A este escenario se suma un contexto político revelador. El mismo día del anuncio oficial, el medio independiente El Toque denunció el bloqueo de su página web en la Isla tras un ciberataque. Durante semanas, medios oficiales y funcionarios han acusado a este proyecto de “terrorismo económico” por publicar la tasa informal de cambio. El Gobierno parece combatir el síntoma –la referencia incómoda– mientras se ve obligado a reconocer la enfermedad: una moneda nacional sin credibilidad.
La apuesta del BCC incluye, además, la promesa de estabilizar y fortalecer las cuentas en moneda libremente convertible (MLC), una moneda virtual basada en el dólar que el propio Estado introdujo y luego vació de contenido. Recuperar su funcionalidad en los comercios es presentado ahora como parte del nuevo orden cambiario, aunque para muchos cubanos el MLC sigue siendo un recordatorio de la desigualdad y la exclusión.
Las autoridades hablan de transparencia y de información continua en los próximos días. Pero la historia reciente pesa. Sin reformas estructurales profundas, sin un aumento real de la producción y las exportaciones, y sin confianza en las reglas del juego, ninguna tasa –fija o flotante– puede sostenerse. La nueva arquitectura cambiaria intenta ponerle orden a un sistema fracturado, pero no resuelve el problema de fondo: un peso cubano que sigue sin ancla en una economía exhausta.
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