El obispo rojo muestra a “un conspirador en toda línea a favor de causas nobles”

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El obispo rojo muestra a “un conspirador en toda línea a favor de causas nobles”

▲ En el filme de Francesco Taboada Tabone se describen las relaciones del jerarca católico Sergio Méndez con Fidel Castro, Lucio Cabañas, exiliados latinoamericanos, sandinistas, guerrilleros y perseguidos políticos.Foto Luis Castillo

Blanche Petrich

 

Periódico La Jornada
Lunes 1º de diciembre de 2025, p. 6

Los teléfonos rojos sí existieron, con su bocina y su disco marcador. En la oficina del obispo de Cuernavaca Sergio Méndez Arceo, adjunta a la catedral, había uno. Tenía línea directa con el ex presidente Luis Echeverría en Los Pinos. El aparatito tiene un rol en la película de Francesco Taboada Tabone, El obispo rojo, primer documental sobre el prominente jerarca católico, revolucionario de sus tiempos.

“Yo lo vi. Don Sergio y Echeverría se llamaban seguido”, relata. En una de las entrevistas del documental, un asistente que colaboraba con el obispo cuenta que un día sonó el teléfono rojo. Contestó. Era el presidente. Por los nervios, el colaborador colgó el aparato –es decir, le colgó a Echeverría– antes de ir corriendo a avisar al obispo. En la oscuridad de las salas de cine estallan las risas.

Esa relación con el representante máximo del poder político, en una época caracterizada por la feroz represión de las disidencias, fue utilizada por el prelado para defender a los presos políticos, para rescatar detenidos desaparecidos del Campo Militar Número Uno, para interceder por los perseguidos. “Un conspirador en toda línea a favor de causas nobles”, redondea el cineasta. “Era espiado, por supuesto. Onésimo Cepeda fue uno de los infiltrados en su núcleo cercano. Su expediente de la Dirección Federal de Seguridad es rico en material”.

Porque ya para los años 70, el obispo de Cuernavaca había definido su campo de acción, no sólo metido de lleno en la corriente de la teología de la liberación, sino a favor de destacadas corrientes de pensamiento y acción revolucionaria. Apunta Taboada que fue el único jerarca del catolicismo que condenó abiertamente la masacre del 2 de octubre. Iba a Lecumberri a visitar a los presos políticos. Tenía tratos con las organizaciones guerrilleras. Y en el ámbito morelense se había decantado por apoyar siempre a los obreros en huelga –en las fábricas textileras, en la Nissan y otras empresas– en una definición que todavía se recuerda hoy, cuando fue increpado por un huelguista preso: “A partir de ahora no seré juez, seré parte”. A partir de ahí las cúpulas empresariales rompieron con él.

–Un personaje tan importante, no sólo para la Iglesia católica, sino para la historia de México y Latinoamérica en sus tiempos ¿cayó en el olvido?

–Sí. Y tiene una explicación. La obra de don Sergio había permanecido oculta porque los obispos nombrados después de él se encargaron de desmontar y destruir todo lo que había hecho. Sin embargo, en la sociedad de Cuernavaca sí está presente.

Mucho más allá de Cuernavaca

–¿Cómo llegaste a la idea de hacer un documental sobre Méndez Arceo?

–Cuando estaba haciendo el documental Trece pueblos en defensa del agua, el aire y la tierra, donde había marchas, mítines y militancia, me encontraba a muchos curas activistas, marchando, acompañando. Me llamó la atención porque la mayoría de los sacerdotes en Morelos son muy de derecha. Quise saber por qué estos padres apoyaban al pueblo. Y resultó que habían sido formados por don Sergio.

“Primero pensé que había que investigar y dar a conocer quién fue don Sergio en el ámbito local de Cuernavaca, pero después me di cuenta de que esto iba mucho más allá. Fue amigo de Fidel Castro, recibió a los exiliados de todo Latinoamérica, fue vocero de los sandinistas de Nicaragua y era partícipe de las guerras civiles en El Salvador y Guatemala. Escondía a guerrilleros y perseguidos políticos en la diócesis de Cuernavaca y fue mediador de las guerrillas de Lucio Cabañas, Genaro Vázquez y el gobierno. Estaba conectado con las altas esferas del poder en El Vaticano, pero también con el cardenal Spellman de Nueva York, que era un jerarca muy poderoso, que fue el que lo alentó a crear el Centro de Investigación y Documentación en Cuernavaca (Cidoc). Y eso ameritaba una película mucho más seria, amplia y tratar de ver el porqué de esa omnipresencia en todos los eventos históricos que sucedieron desde 1952 hasta 1992, incluida la gestación del levantamiento del EZLN.”

–Destaca en la película la cantidad de material visual, videos y fotografías de la época.

–Muchos archivos fotográficos o de película superocho nos las donó la gente de Cuernavaca, archivos de familias que no eran parte de ningún otro acervo. También contamos con el apoyo de la Fundación don Sergio Méndez Arceo y otros fondos de Argentina, Brasil, Alemania y Francia.

“Pero los dos monopolios privados –dice Francesco con elegancia para no citar por nombre a Televisa y Televisión Azteca– no nos permitieron acceso a sus archivos, aunque en el segundo todo el material data de tiempos cuando la televisora era Canal Trece, del Estado, o sea que no son propiedad del corporativo.”

Otro momento hilarante del documental es durante el testimonio de dos presbíteros –que eran jóvenes en aquel tiempo– que son enviados a recoger un paquete a la Rectoría de la UNAM. De regreso a Cuernavaca van jugando pelota con la cajita. Cuál sería su sorpresa al saber que dentro de la caja había un millón de pesos, el dinero del rescate que pidió Lucio Cabañas al gobierno para liberar al entonces gobernador y cacique de Guerrero Rubén Figueroa.

El obispo rojo usa como recurso narrativo una dramatización muda en blanco y negro, con actores, para representar uno de esos rescates con un estilo inspirado en la estética de Nazarín de Buñuel. En otro momento dramatiza una llegada del prelado al aeropuerto, con coloración y estilo retro, para representar el momento en el que fue agredido con tinta roja. En la propaganda anticomunista de la época lo apodaron el obispo rojo.

Don Sergio y las guerrillas

Hay revelaciones de datos no conocidos en el documental. Por ejemplo, su relación con un joven guerrillero de lo que fue el Frente de Liberación Nacional, Zacarías. Aquel FLN fue después el Frente Zapatista de Liberación Nacional (EZLN) y Zacarías fue el subcomandante Marcos. El periodista Hugo Carvajal, que era director de El Correo del Sur, cuenta ese pasaje.

–Era de largo alcance, digamos…

–Y al mismo tiempo era un hombre con un misticismo profundo y una fe inquebrantable. Uno diría que se levantaba a leer el periódico y a hacer llamadas a primera hora. Pero no. La monja que lo atendía me dijo que dedicaba largo tiempo en las mañanas a orar. Y andaba todo el día con la sotana blanca lampareada de mole, porque le encantaba y por todos lados lo invitaban.

–Fue un “rojo” en plena guerra fría, en un clima anticomunista. Eso le ha de haber pasado factura.

–Claro. Imagínate, el director de un centro docente creado por Méndez Arceo como parte de la diócesis, Iván Illich, llega a la conclusión de que la Iglesia no sirve para nada. Obviamente El Vaticano lo mandó llamar. Ahí fue juzgado por el Dicasterio de la Fe, que es la inquisición. Y don Sergio les ganó el juicio.

“Fue el representante del episcopado latinoamericano más relevante del momento, lo que lo hacía prácticamente intocable. Por eso se fueron primero contra el benedictino Gregorio Le Mercier, por haber instaurado la práctica del sicoanálisis en su monasterio morelense. Luego se fueron contra Iván Illich hasta que lograron quitarle todo el financiamiento para el Cidoc y orillarlo a renunciar a sus actividades religiosas. Pero realmente iban por don Sergio. Sólo que con él no podían.”

Para Taboada, Illich es central en el documental.

–Illich, que viene huyendo del Holocausto, que se convierte en sacerdote de alta jerarquía, que lo expulsan de Puerto Rico por defender la pastilla anticonceptiva, que lo expulsan de Brasil por ponerse a estudiar el candomblé, que el cardenal Spellman lo manda a Cuernavaca para enseñarle español a todos los sacerdotes que se van a dispersar por Latinoamérica para contrarrestar la teología de la liberación y hace todo lo contrario, significa para don Sergio una profundización del conocimiento.

“Y en mi interpretación, lo reviste de un radicalismo sustentado que supo cómo operar en la realidad de Latinoamérica. Y ver a la Iglesia como un instrumento para llegar a la sociedad del cambio. La tesis de la película es que, al ver la teoría de Iván Ilich, Méndez Arceo siente que sí puede cambiar el mundo. Por eso le doy una secuencia muy importante.”

Misa alegre

Como no podía ser de otra forma, el estreno de El obispo rojo fue en la catedral cuernavaquense, por invitación del obispo Ramón Castro, en ese atrio desprovisto de adornos y santos, con una propuesta arquitectónica que tradujo en los años 60 el espíritu del agiornamiento clerical que orientó a los curas a dar sus misas en los idiomas de la gente y de cara a la gente. “La pantalla se puso en el altar, encima de la cripta donde reposa don Sergio y debajo de ese moderno Cristo cósmico que en su momento generó tanto escándalo por innovador. La función fue como una misa alegre”.

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