Los omega 3, 6 y 9 forman parte de esos nutrientes que solemos escuchar una y otra vez, casi siempre asociados al “bienestar integral”. Y, sin embargo, pocas veces se entiende realmente por qué son tan importantes ni cómo obtenerlos en las cantidades adecuadas. Lo cierto es que el cuerpo no puede producirlos todos por sí mismo, y por eso dependen, en gran medida, de lo que elegimos comer o suplementar. Ahí empieza la conversación que la nutricionista Natalia Muñoz considera urgente.
Cuando se habla de omega, lo habitual es pensar primero en el 3. No es casualidad: es el más investigado, el más recomendado y el que más beneficios acumula. Está compuesto por tres ácidos grasos (ALA, EPA y DHA) que cumplen funciones distintas pero complementarias. El ALA se encuentra en fuentes vegetales como la linaza, la chía o las nueces. En cambio, el EPA y el DHA, esenciales para el corazón y el cerebro, dependen casi por completo del consumo de pescados grasos como salmón, atún, sardina o arenque, además del krill, un crustáceo diminuto que destaca por su alta concentración de omega y antioxidantes.
Muñoz recuerda que la diferencia entre los omega 3, 6 y 9 nace en su estructura. Los omega 3 y 6 son indispensables porque el organismo no puede generarlos. El 9 sí es capaz de producirlo. Sin embargo, entenderlos en conjunto permite ver un problema que avanza en silencio: el desequilibrio. En Costa Rica aún no se realiza el estudio de índice de omega —una prueba que mide los niveles de omega 3 en sangre—, pero se sabe que valores por debajo del 8% incrementan el riesgo de enfermedades cardiovasculares y cerebrales.
Los beneficios del omega 3 son amplios y están bien documentados. Protege el sistema cardiovascular, fortalece arterias y vasos sanguíneos, y es fundamental para la estructura del cerebro. También participa en la salud mental: personas con depresión suelen presentar niveles bajos. Su acción antiinflamatoria es especialmente relevante en condiciones como el síndrome de ovario poliquístico, y su presencia adecuada favorece la regulación hormonal y el balance del sistema inmune.
El consumo suficiente depende del plato diario. Quienes comen pescado graso unas dos veces a la semana suelen mantener niveles adecuados de omega 3, a veces con un pequeño complemento. Pero quienes no lo consumen (por alergia, elección o gusto) presentan déficits marcados y sí necesitan suplementación. El omega vegetal solo ofrece ALA; por eso el EPA y el DHA deben obtenerse de origen animal o de un suplemento bien formulado.
Dentro de las opciones disponibles, el omega derivado del krill suele valorar alto. Su olor a camarón es natural, propio del crustáceo, y su color rojizo se debe a la astaxantina, un antioxidante que preserva la calidad del aceite. Suele resultar más eficaz para controlar triglicéridos, colesterol y procesos inflamatorios. Para quienes no toleran el krill o tienen alergias, Muñoz sugiere tomar el suplemento acompañado de alimentos con algo de grasa, lo que ayuda a evitar molestias digestivas.
Elegir un buen omega requiere revisar con cuidado la etiqueta. Debe contener EPA y DHA, estar certificado como libre de mercurio y otros metales pesados, y conservarse en un envase opaco que lo proteja de la luz. Si el olor cambia con el tiempo, es posible que el aceite se haya oxidado y ya no sea apto para el consumo.
No todas las personas deben suplementar. Mujeres embarazadas o en lactancia solo pueden hacerlo con autorización médica. Quienes toman anticoagulantes o antiagregantes (como warfarina o aspirina) deben evitar los omega sin supervisión profesional, debido al riesgo de sangrado.
En términos generales, los omega están entre los suplementos con más evidencia científica a favor. Pero Muñoz insiste en la clave del equilibrio. Aunque los omega 3 y 6 son esenciales, la dieta moderna ha disparado el consumo de omega 6: está presente en aceites refinados y alimentos procesados, lo que puede provocar estados inflamatorios. Lo ideal sería mantener una proporción cercana a 3:1 (omega 6 respecto a omega 3), pero hoy puede llegar incluso a 20:1. Suplementar únicamente omega 3 suele ser la forma más efectiva de corregir ese desbalance.
Las combinaciones 3-6-9 pueden ser útiles en casos particulares —dietas muy bajas en grasa, poca variedad o necesidades específicas— evaluados por un profesional.
Porque sentirse bien empieza con lo que alimenta el cuerpo por dentro, Millenium Natural Systems desarrolla productos formulados para aportar equilibrio, energía y bienestar. Cuando uno se cuida desde adentro, se nota por fuera. Todos están disponibles en las principales macrobióticas del país.
Esta información pertenece a su respectivo autor y ha sido recopilada del sitio web: https://www.teletica.com/contenido-patrocinado/omega-3-6-y-9-por-que-son-clave-para-su-salud-y-como-asegurarse-de-consumirlos-bien_398126
