Estamos en época de antihistamínicos. Esta primavera, la alergia viene fuerte en lugares como España, donde las lluvias de marzo dieron lugar a una explosión de flores y polen que ahora se ha traducido en una gran ola de estornudos, mocos y lagrimeo. Muchísimas personas toman estos fármacos, pero aún hoy en día, cuando lo hacen, sufren por si el medicamento no les deja llevar a cabo las tareas del día sin dormirse. Y es que es cierto que tradicionalmente la somnolencia se ha considerado uno de los efectos secundarios más comunes de los antihistamínicos. De hecho, a veces se recomendaba tomarlos por la noche para aprovechar ese efecto de cara a conciliar el sueño.
Hoy en día, sin embargo, vemos que muchas veces nuestro médico nos receta los antihistamínicos durante el día para exprimir más sus beneficios. Cuando nos los pautan empezamos a tomarlos con miedo a no rendir en el trabajo, pero poco a poco nos damos cuenta de que ya no dan tanto sueño. ¿A qué se debe?
La clave está en que hay dos tipos de antihistamínicos: de primera y de segunda generación. Los primeros, más antiguos, son los que suelen causar somnolencia. En cambio, los segundos, aun pudiendo dar algo de sueño, lo hacen en mucha menor medida. Esto no quiere decir que los de primera generación ya no se receten. Depende mucho del caso. Ahora bien, si quieres conocer la generación de la medicación que tú estás tomando, atiende a lo que viene a continuación.
Lo primero de todo, ¿para qué sirven los antihistamínicos?
La histamina es una sustancia que liberan ante una amenaza unas células del sistema inmunitario conocidas como mastocitos. Entre otras funciones, se encarga de dilatar los vasos sanguíneos, para que puedan acudir muchos más glóbulos blancos al lugar de la infección. También favorece la producción de moco para retener esa posible amenaza y que no pueda avanzar por el tracto respiratorio.
El problema es que a veces nuestro sistema inmunitario se confunde y detecta como una amenaza algo que no lo es. Por ejemplo, el polen. Es ahí cuando se producen las alergias, donde la histamina es responsable de buena parte de los síntomas. Este es el motivo por el que se utilizan unos fármacos, llamados antihistamínicos, que se encargan de bloquear los receptores a los que se unen las histaminas. Estas se liberan, pero no pueden llevar a cabo su función, porque el receptor al que se unen para desencadenar sus efectos está ocupado.
¿Por qué unos dan sueño y otros no?
Cabe destacar que las histaminas tienen otras muchas funciones más allá de su papel en el sistema inmunitario. Por ejemplo, tienen efectos muy importantes en el sistema digestivo y central, al intervenir en procesos como el aprendizaje y la memoria. Además, ayudan a regular el sueño. Es por esto que, en realidad, los receptores de histamina se encuentran en muchos tipos de células, pero sobre todo en las del sistema nervioso central y su periferia.
Los antihistamínicos de primera generación tenían la capacidad de atravesar la barrera hematoencefálica. Esta es una barrera selectiva, que permite que ciertas sustancias, como el agua, el oxígeno, el dióxido de carbono y los anestésicos generales, lleguen al encéfalo, pero a la vez bloquea el paso de microorganismos patógenos y sustancias dañinas.
Al atravesar esta barrera, los antihistamínicos de primera generación tiene la capacidad de llegar a lo más profundo del sistema nervioso central y, allí, bloquear también los receptores que intervienen en la regulación del sueño. Por eso causan tanta somnolencia.
Los antihistamínicos de segunda generación, en cambio, apenas atraviesan la barrera hematoencefálica. Como mucho un poco, de ahí que den un pelín de sueño, pero nada que ver con los otros.
Algunos ejemplos
Si tomas clorfeniramina, difenhidramina o hidroxicina, es más probable que te cause somnolencia, pues son antihistamínicos de primera generación. En cambio, si te han recetado bilastina, cetirizina, desloratadina, ebastina, fexofenadina, levocetirizina o loratadina tendrás menos sueño, pues son de segunda generación. Actualmente, por vía oral, se suelen recomendar siempre de segunda generación; así que, en realidad, las pastillas de la alergia ya no dan tanto sueño. Salvo que tu médico te indique lo contrario, no hay problema con tomarlas durante el día.
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