Más de mil 500 personas de los PILARES participaron en una danza prehispánica monumental en el Zócalo capitalino, honrando los 700 años de México-Tenochtitlán y el Día Internacional de la Danza. Bajo la lluvia, formaron un círculo ritual con tambores, copal y ofrendas, conectando pasado y presente en una ceremonia viva.
Julian Vásquez
La lluvia no detuvo a los más de mil 500 danzantes de los PILARES que, formados desde la calle 20 de Noviembre, con cascabeles, penachos, aromas a copal y tambores retumbando, comenzaron este domingo el Círculo de Danza Monumental en el Zócalo capitalino.
Fue una ceremonia viva: niñas, jóvenes, adultos mayores, instructores de zumba y tango danzaron juntos, y aunque muchos nunca habían practicado danza prehispánica lo hicieron con mucho respeto para honrar los 700 años de México-Tenochtitlán.
(Entre risas) nada más me acuerdo dela de Quetzalcóatl, que fue la segunda danza. Las otras no me recuerdo porque estuvimos más enfocados en aprendérnoslas.
Instructores y alumnos de diferentes Pilares participaron en la actividad.
Tradición colaborativa
Cada paso, cada vuelta, cada golpe de tambor tenía la fuerza de quienes venían a honrar a los pueblos originarios y a celebrar también el Día Internacional de la Danza. El Zócalo, lugar de memoria viva, volvió a ser un ombligo de ritualidad.
La preparación tomó poco más de un mes y los resultados fueron gracias a instructores como Itzae Borges, tallerista de gimnasia cerebral, que apoyó desde la Agrícola Oriental prepranto a adultos mayores, y de paso, también aprendió más de la danza azteca y su origen.
No se nos tiene que olvidar que pues venimos de de danzas prehispánicas, de culturas en las que ellos pues nos enseñaron todo lo que somos, ¿no? Tanto las curanderos, hierberos, sumadero y que cada una de esas partes o esas cosas, pues nos enseñan a que de ahí de ese ese fue nuestro origen, ¿no? Y con la danza, pues lo que hacemos también son rituales, son agradecer, el vivir, el amor, la abundancia.
Alrededor de mil 200 danzantes tomaron el zócalo capitalino como ofrenda de agradecimiento.
Unidas y unidos por un mismo baile
En el centro del zócalo el Tlamanalli, una ofrenda tejida con flores, frutas, semillas y telas, canalizaba la gratitud hacia los cuatro elementos. Algunos danzantes tradicionales, ajenos a PILARES, también se sumaron espontáneamente. Entre ellos, Ismael, un guerrero cuachic, caracterizados por ir alfrente en las guerras, con el cuerpo pintado de marillo y verde, taparrabos negro, y mirada firme.
Vine a participar porque realmente este casi no se hace esto, realmente es algo que que te motiva, ¿no? Porque nadie habla de la cultura. ¿Qué mejor lugar que la cante de Nochiclán para venir a participar y unir todos los corazones realmente, ¿no? Los que los nuevos y los que llevamos un poco más de tiempo.
Y aunque cayó la lluvia, no detuvo a nadie. Más bien, pareció integrarse al rito. El agua caía, y los cuerpos seguían girando al ritmo de “Danza de Tonatiuh” o “Danza de Quetzalcoatl”.
Ensayábamos una hora diaria y los fines de semana 2 horas. Pues la primera vez que fuimos a ver al profesor y ver la danza, pues nos encantó y dijimos, “No, yo quiero bailar.” Pues ahora le vamos a darle. Lo más complicado pues el tamborilazo ¿verdad?, las vueltas, están difíciles las Las vueltas. Pero no ers dificil, si te gusta bailar no es difícil. Aparte, si lo haces con entusiasmo y con amor y con amor y le echas todas las ganas lo aprendes.
Tlamanalli
Las danzas se hicieron en un círculo, e Ismael nos explica el por qué de esto.
Se cree que hacer un ciclo de energía cada quien tiene una una petición y esa petición se iba en espirar al cosmos o al gran espíritu, al home teos, como le quieran llamar, ¿no? Diferentes culturas, diferentes tiempos. Y ahora sí que hacían esa parte también, ¿no? De de peticiones como te voy a comentar, grupales, de lluvia, de de siembra y también la personal.
Ahora sí que era la forma de pedir que antes no estaban esos templos como tal los conocemos, se cree que esa era la forma de pedir en grupo.
Al final, lo que se vivió en el zócalo no fue sólo una danza monumental: fue una conversación antigua entre quienes fuimos, quienes somos y quienes queremos seguir siendo. Los danzantes no se aprendieron sólo una coreografía, la sintieron.
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