Murderbot podría parecer, a primera vista, una historia trillada en la ciencia ficción. Después de todo, la premisa de un robot que se rebela a su programación es uno de los tropos fundamentales del género. Pero en manos Apple TV+, la adaptación de la popular saga literaria de Martha Wells, The Murderbot Diaries, se convierte en una rara reflexión sobre la vida y la libertad.
Producida por los hermanos Chris y Paul Weitz, la serie se aleja del estándar épico para ofrecernos algo más personal, casi íntimo. La mente sarcástica y autoprogramada de un cíborg que preferiría ver telenovelas espaciales a salvar humanos. Desde el primer minuto, la serie nos lanza dentro de la cabeza — literalmente — de su protagonista: una Unidad de Seguridad que ha decidido liberarse de su programación esclavizante.
Interpretado con estoica torpeza por Alexander Skarsgård, este cíborg, que se bautiza a sí mismo como “Murderbot”, desactivó su módulo de obediencia. ¿Para qué? No tanto para conquistar el mundo o cometer asesinatos, como sugiere su nombre, sino para entregarse a su verdadero vicio. Consumir sin descanso una absurda cantidad de entretenimiento audiovisual. Tiene almacenadas miles de horas de series y películas, pero su gran amor es The Rise and Fall of Sanctuary Moon, una telenovela espacial que mezcla el melodrama con lo interestelar.
Sin embargo, su destino tiene otros planes: es asignado a una misión de protección para un grupo de científicos liderados por la Dra. Mensah (Noma Dumezweni). Cuando una amenaza biológica desata el caos en el planeta donde investigan, el cinéfilo metálico debe intervenir. Su intervención lo expone a nuevas dinámicas humanas, en las que su indiferencia inicial se ve desafiada por la cercanía y las emociones. Todo un reto que el personaje supera como puede en medio de un escenario cada vez más complicado.
Un héroe accidental en ‘Murderbot’

Con ingenio y un negrísimo sentido del humor, la serie explora el encanto contradictorio de su personaje principal. Por lo que Alexander Skarsgård dota al personaje de una mezcla hipnótica de frialdad técnica y comedia física involuntaria. Murderbot desprecia las interacciones humanas, y lo expresa sin filtros. Le incomoda el contacto físico, evita la mirada directa y prefiere el silencio. Por lo que, buena parte del tiempo, el personaje parece obsesionado con mantenerse a distancia de todos los que le rodean.
Sin embargo, este antihéroe se convierte en alguien con quien el espectador conecta profundamente. La clave está en la vulnerabilidad que se filtra entre sus mecanismos y comportamientos mecánicos. Murderbot conserva el formato de monólogo interno de la novela, manteniendo la voz en off de su protagonista como guía sarcástica, honesta y, muchas veces, hilarante. Esta constante introspección es lo que permite que la audiencia se mantenga emocionalmente conectada a un personaje que, de otro modo, sería un bloque de metal indiferente.


Alexander Skarsgård logra combinar con eficacia la capacidad de Murderbot para el análisis y su progresiva humanidad. Por lo que el actor dedica tiempo y energía a profundizar en su personaje como individuo. Una pausa prolongada, un giro leve del casco, una rigidez corporal reveladora. Incluso cuando su rostro carece de expresión, su lenguaje corporal comunica más que mil líneas de diálogo. De modo que Murderbot no busca cariño, ni redención, pero eso es exactamente lo que lo hace tan entrañable. Se resiste a cambiar, mientras el cambio lo devora por dentro.
La aventura de ser uno mismo


A diferencia del enfoque limitado de la novela — donde solo tenemos la visión parcial de Murderbot —, la adaptación amplía su mirada al resto del equipo científico. Aunque la adaptación se toma algunas libertades para construir su historia, el conjunto de investigadores a cargo de la expedición espacial de PreservationAux resulta encantador y muy bien construido. También con enorme respeto y cariño al material original.
Desde el matrimonio compuesto por Pin-Lee (Sabrina Wu) y Arada (Tattiawna Jones) que insinúa una complicada dinámica relacional abierta, hasta la distraída y siempre al borde del desastre Ratthi (Akshay Khanna). Cada integrante aporta una nota emocional que contrasta con el estoicismo cibernético de Murderbot. La dinámica entre los personajes se mueve constantemente entre la desconfianza, la sorpresa y la solidaridad. Pero también, entre la posibilidad de que la naturaleza del protagonista — esa rara mezcla entre emotividad y frialdad tecnológica — sea un nuevo misterio que resolver.


En especial, para Gurathin (David Dastmalchian) el único en sospechar que el robot tiene algo — y grave — que ocultar al resto del equipo. Su obsesión con descubrir qué oculta la Unidad de Seguridad no solo añade un elemento de thriller. También obliga a Murderbot a confrontar su propia identidad. ¿Qué significa ser libre si los demás no te creen capaz de serlo? La serie responde a esto de forma lenta pero contundente. Por lo que la trama equilibra momentos de acción con espacios de introspección, en los que Murderbot no solo analiza el mundo que lo rodea, sino que también se pregunta si su impulso de proteger tiene un origen emocional o puramente funcional.
Todo lo anterior hace de Murderbot una rareza entre las adaptaciones de ciencia ficción. Es divertida, sin ser banal, emocional, sin caer en el melodrama, y profundamente crítica con la condición humana a través de los ojos de alguien que ni siquiera se considera una persona. Toda una joya para los amantes del género.
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