Jóvenes como Emilio Méndez, Pablo Rafael y Daniel Erasmo representan la nueva generación de los Estudios Churubusco. Entre restauraciones, postproducción y memorias familiares, trabajan para mantener vivo un legado de 80 años, donde conviven la historia del cine mexicano y la innovación digital.
Escucha este especial con la producción de Alberto Palomino.
Laura Velarde
En el corazón de los Estudios Churubusco, donde se han gestado ocho décadas de historia cinematográfica, las nuevas generaciones comienzan a escribir su propio capítulo. Emilio Méndez, Pablo Rafael y Daniel Erasmo Morales son jóvenes que no solo miran hacia un pasado glorioso, sino que laten en el presente como la nueva generación de La Fábrica de Sueños.
“No llegas a 80 años no teniendo esa dedicación”
Emilio Méndez se ha convertido en uno de los rostros jóvenes que hoy dan vida a los Estudios Churubusco. Politólogo de formación y cinéfilo de corazón, encontró en la postproducción un espacio donde la historia del cine mexicano dialoga con el presente digital. Pero es en la digitalización y transferencia de cintas donde Emilio ha descubierto una de sus pasiones: rescatar materiales que van de los años setenta a producciones recientes.
El joven reconoce que entrar a los Estudios Churubusco impone. Entre anécdotas de restauraciones y la certeza de que en estos pasillos estuvieron David Lynch o Emilio ‘el Indio’ Fernández”, a quien hace honor su nombre. Emilio ha descubierto que los pasillos de los estudios son algo más que paredes cargadas de historia: son, como él mismo dice, “una máquina del tiempo”, un espacio donde coexisten los equipos analógicos de otras épocas y la tecnología digital más reciente.
“Decimos de broma y no tan en broma, ¿no? Que los estudios a veces es una máquina del tiempo. No, uno puede entrar a ciertos pasillos en el laboratorio y sentirse en otra época completamente, ¿no? Pero creo que también es un poco el encanto de los estudios, ¿no? Como que claro, reconocemos esa parte histórica, ¿no? O sea, pues sí, ya sabe, la cantidad de producciones nacionales e internacionales que se han hecho acá ha sido tremenda, ¿no? Y que también se han posproduciendo acá, pero también es como decir, “Bueno, está esa parte histórica, pero ahora estamos en los 80 años, ¿no?” Y pues claro, han cambiado muchísimo las cosas, ¿no? Mucho de ese equipo viejo lo seguimos utilizando, como pueden ver.
Pero aún así, pues claro, ahora dependemos realmente de una Mac Studio que es una un bloquecito, ¿no? Es muy práctico, ¿no? Y pues ya todo es digital, ¿no? Pero aún así siempre está como este ir y venir, ¿no? Entre la parte histórica y el pasado de los estudios y el presente.”
Con apenas 27 años, Pablo Rafael coordina el área de postproducción en los Estudios Churubusco. Tres meses han bastado para que entienda que este lugar no es solo un espacio de trabajo, sino un organismo vivo que respira gracias a quienes lo habitan. Su día a día es una coreografía de correos, entregas, urgencias técnicas y reuniones con clientes. Sabe que, aunque el cine suele mirar a las estrellas, es en la maquinaria invisible donde se juega gran parte de la magia.
“Con tantas piezas de pronto pareciera que no eres tan fundamental, pero de pronto alguien falta un día, de pronto se cae un poco el mundo, ¿no? Creo que viene también más que nada, o sea, en lo personal, como de mi amor al cine. O sea, yo personalmente no es como que adoro a los estudios Churubusco, pero adoro como trabajar bien lo que tenga enfrente de mí. Y este es un espacio en el que se requiere eso más que nada y es como tener ese respeto a que a lo largo de 80 años, pues digo, no, no llegas a 80 años no teniendo ese como esa dedicación, yo creo, ¿no? Como por parte de los estudios, ¿no?
Y como que pues agradezco que confíen en mí de que también voy a dar es eso. Porque creo que también es algo que viene como de mentalidad incluso de estar en rodajes y que es algo como que se ha instruido mucho en mí desde desde la universidad ha sido como que pues no nunca sabes qué vas a tener enfrente y tienes que afrontarlo justo como con entera y dedicación aunque estés cansado, ¿no? Y creo que es un buen espacio en el que se permite eso, ¿no? Como que las cosas simplemente que se están rodando que los clientes que llegan como que de por sí ya se exige eso también y se espera eso de ti y también pues yo espero eso mismo de mí también. Entonces creo que es algo como que me importa simplemente hacer.”
No habla con nostalgia de un pasado que no vivió, pero sí con respeto. Se sorprende al descubrir que en algún foro que ahora ve en silencio se filmó una escena con Pedro Infante, o al escuchar a sus colegas relatar anécdotas de directores y técnicos que marcaron época.
“Ves ese lado humano que hay detrás de cámaras”
En 2007, con apenas 18 años, Daniel Erasmo Morales Lechuga cruzó por primera vez los portones de los Estudios Churubusco. No lo hacía a ciegas: su padre había trabajado allí como coordinador durante más de una década, y las historias familiares ya le habían sembrado una idea clara: este era un lugar donde la vida cotidiana y la magia del cine se mezclaban sin fronteras.
“Cuando yo venía de niño, pues tenían un zoológico aquí, había una alberca, había un espacio específico que era para una locación, pero le llamaban el pueblo mexicano. Habían espacios dedicados específicamente para cada tipo de locación, ¿no? Incluso, por ejemplo, si ahorita van al Centro Nacional de las Artes, ese cine, cuando empezó Churubusco, era el cine Pedro Remendís y ahí pasaba todavía una parte del río Churubusco en su entonces. Te estoy hablando de hace 30 años por lo menos, ¿no?
Entonces, entré aquí de 18 años pues a la edad que tengo ya ahorita, pues me ha tocado ver todo, ¿no? Y aparte pues crecer con compañeros que fueron amigos de mi papá, que generacionalmente ese tejido, ¿no? Tenemos esa sustancia como compañeros que realmente se vuelve una familia, pues te da la noción, de verdad, y te da ese cariño, ¿no? Por este este trabajo que, pues yo me atrevo a decir que no cualquiera en el mundo podría tenerlo, ves a los artistas de cerca, pero, o sea, ves ese lado humano que detrás de cámaras es muy difícil llevarlo a cada persona.”
La suya es una memoria que no olvida la grandeza. Daniel habla de aquellos años en que los Estudios Churubusco tenían zoológico, pueblos enteros construidos como locaciones; de la visita de George Lucas para certificar las salas con el sello THX; o de la Segunda Guerra Mundial, cuando buena parte de la producción de Hollywood se trasladó a México, colocando al país en un lugar inesperado dentro de la industria global.
Pero también es una memoria que no evade las heridas. Lo que más le importa es recordar que en el cine nada se sostiene solo. De cara a los 80 años de los estudios, su deseo es claro: continuidad y dignidad. En ese cruce entre generaciones, no se habla de “vieja” y “nueva” escuela como mundos separados, sino como continuidad. Con sus testimonios, encarnan a esa nueva generación que llega no solo a trabajar, sino a continuar un legado que lleva ocho décadas en pie.
Te recomendamos:
Sismos, pandemias y cine: la fuerza invisible de Estudios Churubusco tras 80 años
DERECHOS DE AUTOR
Esta información pertenece a su autor original y fue recopilada del sitio
https://noticias.imer.mx/blog/197553/