Comida Calientita: una cocina que rompe los muros de la desigualdad

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El proyecto de Esther Morales, ‘Comida Calientita’, sirve platillos a migrantes que los hace recordar, soñar y seguir adelante.

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Escucha el especial con la producción de Sofía Gutiérrez.

Hazel Zamora

 

Es un lunes por la mañana. En el centro de Tijuana, Esther Morales Guzmán prepara más de 100 tamales: de carne, de rajas y de piña. Envuelve la masa en hojas de maíz con manos rápidas y seguras.

 

Tiene puesto un mandil negro y una filipa blanca. Es una mujer menuda, morena, cocinera oaxaqueña.

 

 

Fue deportada de Estados Unidos en 2009. Desde entonces vive en Tijuana, donde encontró otra forma de cruzar fronteras: alimentando a las personas migrantes que llegan en busca de una vida mejor.

 

“Mi cocina rompe los muros de la desigualdad. ¿Por qué? Porque un plato de esta comida se lo come un doctor, se lo come una abogada. Igual ese plato se lo come un migrante. Nada de que: Ay, vamos a ponerle esto a los migrantes.

 

¿Por qué para los migrantes eso? ¿por qué? Igual un plato de comida se lo come un estudiante del Colef, un estudiante del albergue Embajadores de Jesús, un abogado, un migrante. Aquí rompemos esos muros”.

 

Esther Morales es la creadora de Comida Calientita, un proyecto que nació de la resistencia y la esperanza. Migró a Estados Unidos en los años ochenta, desde su comunidad en Oaxaca.

 

Allá, durante más de veinte años, construyó su vida: fue cocinera en el muelle de Santa Mónica, madre autónoma de una hija y también, activista a favor de las personas migrantes, como ella.

 

Sin embargo, la deportaron más de una vez. Su hija y su familia, la hacían volver a intentarlo… hasta que fue suficiente.

 

Hace dieciséis años decidió quedarse en Tijuana.

 

“Tijuana me adoptó, Tijuana me consoló, Tijuana me dio la oportunidad de volver a empezar. Yo amo Tijuana, hace tiempo tuve un accidente y me decían que me pasaban inmediatamente a Estados Unidos, ¿qué le dije? No, déjame aquí”.

 

 

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Su primer refugio en Tijuana fue el Instituto Madre Asunta, un albergue con más de treinta años recibiendo a mujeres solas y con hijos en movilidad.

 

Ahí encontró techo, cobijo y comida. Pero pronto notó que no alcanzaba para todas. Los albergues atravesaban una etapa difícil: había menos apoyos.

 

Esther prometió que, de alguna forma, tenía que devolver lo que había recibido. Y, sobre todo, hacer algo para que nadie más pasara hambre.

 

“Cuando yo estuve en el Instituto Madre Asunta, llegaban americanos y nos daban un paquete de jugos, y ¡pum!, fríos; una bolsa de sándwiches, fríos; una torta, fría. ¡Todo frío! Y uno esta ahí con frío, como a estas horas, ¿y qué deseas? Pues un atolito, algo calentito.

 

Es entonces que yo dije: ¿Sabes? Mi proyecto se va a llamar ‘algo calientito”.

 

Así nació Comida Calientita.

 

 

 

Recuerdos, apoyo y sueños

 

Hoy, la cocina de Esther está en la calle Cuarta, en la Zona Centro de Tijuana. A unas cuadras del muro fronterizo y cerca de varios albergues que reciben a personas migrantes.

 

Esther encabeza todo el proyecto: cocina, organiza las entregas y sirve cada plato.

 

“Ellos lo disfrutan muchísimo, yo veo sus caras. Y cuando hago sopa de fideo con pollo, uno me dijo que le había recordado a su casa, a su familia, a su abuelita, se puso a llorar. Son unas cosas de verdad terribles que te llegan al corazón. A mí me llegan porque yo pasé por todo eso”.

 

Pero no todo ha sido fácil. La falta de apoyos y el aumento en las rentas la obligaron, recientemente, a dejar el lugar donde antes cocinaba.

 

“Yo me vi en la necesidad de sacar mis cosas de la noche a la mañana, por la gentrificación, porque ahora son departamentos. Esos los rentan en mil dólares, pura gente de Estados Unidos, pura gente que trabaja del otro lado, pura gente que lo puede pagar, pero ¿qué pasó conmigo y con todos mis compañeros? Nos sacaron”.

 

Aun así, no está sola. Detrás de ella hay una comunidad que la sostiene: estudiantes de El Colegio de la Frontera, personas de Estados Unidos que donan dinero para mantener viva la cocina y su hija, que desde allá la acompaña.

 

Ahora es psicóloga y apoya a su madre para que siga construyendo su sueño, desde este lado del muro.

 

“También le digo a los migrantes: ‘No me gusta que menosprecien mi país, no nada más allá se puede, aquí también se puede’. De este lado también hay sueños y gente trabajadora; sí se puede, de este lado también hay sueños”.

 

El próximo 1 de noviembre, Esther Morales realizará una comida solidaria para mantener Comida Calientita abierta. Será a partir de la 1:00 de la tarde, en su local de la calle Salvador Díaz Mirón, número 8513, en la Zona Centro de Tijuana.

 

 

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