Por primera vez se ha hecho una barbacoa en el espacio

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By ndh
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La necesidad de buscar formas de comer en el espacio se hizo patente en cuanto los primeros astronautas comenzaron a viajar más allá de los confines de nuestro planeta. El propio Yuri Gagarin, la primera personas en viajar al espacio, ya probó un poco apetitoso tubo de pasta de carne e hígado durante su vuelta alrededor de la Tierra. Con el tiempo, las estancias en el espacio se han hecho más largas y la necesidad de consumir alimentos se ha vuelto vital. El problema es que es más complicado de lo que parece. Los alimentos, generalmente, pesan demasiado para viajar al espacio y acaban descomponiéndose con el tiempo. 

Se han buscado soluciones nutritivas, pero muy poco apetitosas, por lo que la ciencia ha seguido indagando formas de mejorar la experiencia. Y, sin duda, uno de los hitos de dicha experiencia acaba de llegar, después de que un equipo de taikonautas chinos haya logrado preparar una barbacoa espacial. 

Todo ha ocurrido en la estación espacial Tiangong, unas instalaciones independientes de la Estación Espacial Internacional, gestionadas por China, que se encuentran orbitando alrededor de la Tierra. Sus actuales tripulantes han dado un giro a la posibilidad de comer en el espacio. ¿Pero por qué se ha esperado tanto?

Comer en el espacio no es fácil

Ya hemos visto que la comida es una carga pesada para llevar en las naves espaciales. Además, puede echarse a perder. Por eso, lo más habitual durante muchos años ha sido liofilizar los alimentos. Esto consiste en someterlos a un proceso de desecación. Al no tener agua, pesan mucho menos y los microorganismos que descomponen los alimentos no tienen donde proliferar. El resultado es una especie de polvo que debe rehidratarse justo antes de consumirse. Pero esto también tiene desventajas.

En la microgravedad espacial, si no se tiene cuidado el polvo que compone los alimentos liofilizados puede vagar por las estancias hasta introducirse en los recovecos de la maquinaria. Puede que no ocurra nada, pero también es posible que se dañen sus mecanismos, con todo lo que eso implica.

Con el tiempo se han probado otras opciones, como los alimentos en forma de pasta en vez de polvo. No son nada apetecibles, pero los astronautas le han puesto bastante imaginación para intentar hacer más agradable la experiencia de comer en el espacio. Por ejemplo, se ha visto que las tortitas para fajitas sí son alimentos que pueden trasladarse al espacio, de modo que las rellenan con todo tipo de alimentos en pasta, desde pollo hasta setas. Hace más de una década se hizo muy famoso un vídeo de la astronauta de la Agencia Espacial Europea Samantha Cristoforetti explicando cómo se prepara sus fajitas. No es un plato de restaurante de lujo; pero, dadas las circunstancias, tiene un pase.

Cocinar ya es otra cosa

Todo lo mencionado anteriormente consiste en formas de comer alimentos fríos. Cocinar en el espacio no solo es difícil. También resulta peligroso, ya que, en microgravedad, las llamas se propagan más deprisa. Además, se requiere menos oxígeno para llevar a cabo la combustión, por lo que el fuego es más difícil de apagar. 

Este es el motivo por el que a nadie se le había ocurrido aún preparar una barbacoa espacial. Pero con todos los viajes que hay planeados en el futuro a la Luna y Marte está claro que había que mejorar las formas de comer en el espacio, por lo que se han explorado ya algunos pequeños hornos. Por ejemplo, con uno de ellos se hornearon las primeras galletas del espacio. Aunque los astronautas de la Estación Espacial Internacional no pudieron probarlas por temor a que la masa siguiese cruda y les sentase mal. En su lugar, se congelaron y se enviaron de vuelta a la Tierra para su estudio.

Al contrario que ellos, los chinos sí han tenido la experiencia completa. Con un horno que imita el efecto de una barbacoa han cocinado alitas de pollo a la parrilla. No hay reacciones químicas. Es decir, no se produce una combustión. Todo lo que ocurre en el interior del horno es pura física, pero los resultados imitan los de una barbacoa. El aparato se calienta hasta 190 ºC, mantiene confinados los alimentos para evitar que salgan volando y choquen donde no deben e incluye un sistema de purificación de posibles fugas de humo.

Sí que es cierto que calienta más despacio de lo que lo haría un horno convencional. De hecho, para cocinar las alitas por completo y que quedasen crujientes como en una barbacoa se necesitaron 28 minutos. Sin duda, esto ha sido un antes y un después en lo referente a comer en el espacio. Pasar de alimentos liofilizados o en un tubo como si fuesen pasta de dientes a productos perfectamente cocinados es todo un avance. Un pequeño paso para los astronautas, un gran paso para sus estómagos. 

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