El albergue Casa Tochán realiza posada migrante para abrazar a quienes están lejos de su hogar en estas fechas.
Natalia Matamoros
La posada del albergue Casa Tochán llenó la calle de Campo Florido de villancicos, ponche y comidas típicas, donde migrantes de Venezuela, Ecuador y El Salvador compartieron tradiciones navideñas con vecinos y voluntarios. La celebración buscó fortalecer lazos de comunidad y ofrecer un abrazo simbólico a quienes están lejos de su hogar en estas fechas. Entre empanadas y alegrías compartidas, la memoria y la esperanza encontraron un lugar para convivir.
Desde las 7:00 pm el olor a ponche impregnó la calle Campo Florido de la colonia Pino Suárez. Frente a la casa número 75, donde se ubica el albergue Casa Tochán, fue colgada una piñata. A un lado, una bocina para que los migrantes que habitan en ese lugar pudieran escuchar aguinaldos mexicanos y de sus países de origen.
Esa noche no era como todas las noches, esa noche era de posada.
Había migrantes provenientes de Venezuela, Ecuador y El Salvador, quienes compartieron con vecinos y voluntarios de la casa una tradición navideña. Ésta los invita a integrarse, a olvidarse por un momento de las preocupaciones que los agobian y a sonreír en medio de la nostalgia que los envuelve porque en estas fechas están lejos de su familia, lejos de casa.
La actividad comenzó con veladoras encendidas y el canto típico de las letanías pidiendo posada. Pero en esta oportunidad los versos hablaban de brindar cobijo a quienes vienen de otras tierras en búsqueda de un futuro mejor.
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La celebración fortalece los vínculos entre los vecinos y migrantes
En medio de ese recital, Gabriela Hernández, directora de Casa Tochán cuenta que desde hace 14 años organiza este festejo en la calle. El objetivo es fortalecer los vínculos entre los vecinos y los migrantes.
La idea es que los extranjeros se sientan acogidos y conozcan las tradiciones del país.
“El objetivo principal era que los vecinos nos conocieran, que los vecinos supieran quiénes están en ese albergue Tochán y creo que lo hemos estado logrando con el paso de los años. La solidaridad no se vuelca, pero nos respetan, pero a veces hay una palabra de aliento, pero a veces llega un alimento, pero también llegan a pedirnos en algún momento si necesitan porque en la pandemia les compartimos los alimentos que teníamos. Entonces creo que sí se ha creado un vínculo”.
En esta posada el ponche mexicano y el pan dulce se mezclaron con platillos venezolanos, colombianos y ecuatorianos. Era un ambiente multicultural donde había diversidad de acentos y de música en vísperas de la Navidad. Mientras preparaba unas empanadas venezolanas, Hugo, migrante venezolano, contaba que desde hace dos años las navidades no son iguales. Pensaba reunirse con sus hijos en Estados Unidos, pero por las políticas restrictivas de Trump no pudo.
Mientras tanto, él está a cargo de la cocina del albergue. Ve en la gastronomía una fuente de ingresos para mantenerse acá hasta que se reúna de nuevo con su familia.
“Decidimos hacer las empanadas para que la gente mexicana probara la sazón venezolana con salsa de ajo. Es un pequeño aporte para el beneficio que recibimos en Tochán. He vivido afuera del refugio como persona independiente y por cosas de la vida, retorné aquí, pero me siento a gusto, en familia y acompañado. La soledad es buena para muchas cosas, pero en estas fechas es bueno estar acompañado”.
Jorge, es ecuatoriano. Para él las posadas son una oportunidad para compartir. Aunque no ha visto a su familia, ha estrechado lazos de amistad con otros migrantes. Eso hace más llevadero el pesar de no estar con los suyos en fechas especiales como la Navidad.
“Las navidades a veces me ponen triste, melancólico, pero trato de sobrellevar ya no me golpean tanto como el año pasado, ya me siento un poco mejor porque conozco mucha gente, conozco muchos amigos. Ya no me golpea tanto como la primera vez. Recuerdo y llamo a mis familiares cada Navidad y fin de año. Mientras yo sepa que ellos están bien y ellos sepan que yo estoy bien, me siento bien”.
La comida y los cantos no solo celebran una festividad, son la memoria de quienes buscan refugio. La promesa de que incluso en los días más difíciles hay lugar para la esperanza y la calidez humana.
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