▲ Mateo anhela ser como Cristiano Ronaldo.Foto Karla Torrijos
Karla Torrijos
Periódico La Jornada
Lunes 22 de diciembre de 2025, p. a10
Mateo es un carismático niño de 11 años de edad originario de Venezuela que encontró en el futbol “una forma de olvidar por un rato” las dificultades que se viven como migrante en México. En sus anhelos se imagina como un gran delantero al estilo de Cristiano Ronaldo.
Es uno de los más de 9 mil niños en condición de movilidad que se encuentran en México, según registros del Instituto Nacional de Migración (INM). Mateo llegó hace casi un año, acompañado de su madre, su padrastro y sus dos hermanos, y aunque ha enfrentado momentos difíciles, entre ellos sufrir discriminación, eso no lo desmotiva para seguir adelante.
Con una sonrisa pícara, dice que quiere ser “jugador del Real Madrid para meterle muchos goles al Barcelona”, y aunque sabe que es una misión complicada, asegura que “mientras tenga un balón y una cancha donde practicar, todo es posible”.
Sabe de lo que habla y no contiene la emoción cuando sale el tema del partido que disputará México ante Portugal y su estrella CR7, en la reinauguración del estadio Azteca el próximo 28 de marzo. Nada le gustaría más que conocer a su máximo ídolo en persona, aunque los costos para asistir son demasiado caros (los precios oficiales van de 500 a 9 mil pesos) y eso disipa su ilusión.
“Sé que las entradas al estadio son muy caras, así que veremos el partido en la televisión, pero ojalá pueda verlo si se pasea por la ciudad”, comentó con un brillo especial en los ojos.
“México me gusta, hay personas que son buenas con nosotros, pero otras nos tratan mal, a esas no les pongo atención, me dicen algo y las ignoro. Por ahora mi mamá decidió que nos vamos a quedar aquí hasta que el presidente (Donald) Trump nos deje entrar a Estados Unidos, o si no, iremos a Canadá, allá podré prepararme para ser un buen futbolista”, mencionó en entrevista con La Jornada.
En medio de la incertidumbre, Mateo encontró en México un espacio para desarrollar la actividad con la que se olvida durante unas horas de las asperezas de la condición migrante: un centro Pilares construido a la orilla de las vías del tren, en la colonia Vallejo, donde el ruido del convoy se mezcla con el golpe seco del balón y los gritos de los jugadores.
En ese lugar, conoció a Jorge Rivero, quien además de convertirse en su entrenador de futbol se volvió su mentor de vida.
Incertidumbre y carencias
“Cuando llegué a ese centro, me di cuenta de que todos los niños que asistían eran de diferentes países”, relata el estratega. “Al principio iba a enseñar técnica: pases, control del balón, coordinación. Pero me encontré con otras situaciones ajenas a la cancha, como las carencias que padecen, incertidumbre, miedo, y lo que implica ser parte de una comunidad que antes llamaban migrante y hoy le dicen ‘en situación de movilidad’”.
▲ El miércoles se realizó un evento con pequeños de distintas procedencias en la Magdalena Mixiuhca .Foto Germán Canseco
Fue entonces cuando entendió que es necesario abrir la cancha como quien abre una frontera, con acceso libre para todos.
Cuenta que al centro Pilares Richard Wagner, ubicado en la alcaldía Gustavo A. Madero, se acercan decenas de niños y niñas que se asoman a la cancha desde la calle. “Pequeños curiosos, y un poco desconfiados, pero listos y con ganas para correr tras el balón”. Llegan algunos muy pequeños, desde los tres años hasta los 19, y hay colombianos, venezolanos, hondureños, cubanos, peruanos, entre otros orígenes.
“Todos los días jugamos, sudamos, nos caemos y nos levantamos. En esa sencilla rutina aparece una especie de alivio: durante tres o cuatro horas se les olvida, aunque sea tantito, lo que pasa fuera de la cancha”, dice.
La voz del entrenador se torna grave cuando habla de las historias que escucha diariamente: “sé lo que les ha costado estar en nuestro país, conozco su forma de vivir, que realmente eso es muy difícil, porque están en situaciones muy complejas, por ejemplo, para jugar futbol, algunos ni siquiera tienen tenis, en ocasiones ni calcetas, pero aún así los invito a entrar a la cancha, los jalo al juego, donde conviven con otros chicos y todos somos iguales, sin importar en qué país nacimos”.
No es fácil conectar con los pequeños en condición migrante. La vida diaria les ha enseñado que hay que moverse con cautela: la confianza es un bien sumamente frágil y difícil de conseguir. Por eso Rivero reconoce que le ha costado mucho trabajo integrar a los niños extranjeros con los mexicanos.
“Al juntarlos, todos se sienten fuera de lugar, pero yo insisto en unirlos, en jugar sin etiquetas”. A veces lo logra con lo básico: una pequeña conversación, convivencia diaria, incluso unas galletas que comparten en comunión.
En esas breves charlas “hemos hablado, entre otras cosas, de los daños que causan las drogas, las malas compañías, de lo que se ve en zonas abandonadas, pero también de cómo el deporte, en este caso el futbol, puede llevarlos por un camino distinto”.
Tanto Mateo como su entrenador asistieron el pasado miércoles a un evento realizado en el Deportivo Magdalena Mixiuhca, en la alcaldía Iztacalco, donde la jefa de Gobierno, Clara Brugada, informó que con motivo del Mundial de 2026 se construirán y rehabilitarán 500 canchas de futbol en la Ciudad de México.
“Estamos muy contentos con el anuncio porque así los niños tendrán lugares más adecuados para desarrollarse, así como espacios más dignos y seguros. Una cancha en buen estado significa menos lesiones, más permanencia, y, sobre todo, son más sitios en los que, en el caso de estos pequeños, pueden correr sin peligro, sin ser perseguidos por alguna autoridad y sin necesidad de estar a la defensiva”, concluyó Rivero.
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