La Habana/La expansión del servicio de triciclos eléctricos en La Habana ha alcanzado al municipio de Regla, donde en los últimos días se pusieron en marcha varias unidades en un tramo corto que conecta el embarcadero de la lanchita con la antigua refinería de petróleo de la compañía Shell, a las afueras de la localidad. Con una tarifa de 10 pesos, los vehículos buscan aliviar la fuerte presión del transporte urbano, pero los primeros viajes han mostrado más carencias que soluciones.
“Comenzaron hace tres días”, cuenta un residente que ha seguido de cerca el estreno del servicio. “Llegan rápido, pero están lejos de satisfacer la demanda que hay”.
Los triciclos eléctricos aparecieron en la capital en 2020 como parte de un proyecto de “neomovilidad” apoyado por la cooperación internacional, y en 2021 comenzaron a sumarse a rutas regulares. El objetivo declarado era cubrir trayectos cortos con vehículos más sostenibles y accesibles, ofreciendo un complemento a los ómnibus y taxis colectivos. Sin embargo, desde el inicio las limitaciones técnicas –especialmente las baterías y el mantenimiento– han restringido su impacto.
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En agosto de 2024, el Gobierno elevó el precio de los viajes de 4 a 10 pesos, una tarifa que se mantiene ahora en Regla. A fines de ese año, el número de triciclos que circulaban por la capital rondaba las 118 unidades, distribuidas en 15 rutas a lo largo de ocho municipios, según datos oficiales. A pesar de la incorporación de 35 equipos nuevos, las autoridades reconocieron problemas de disponibilidad técnica y fallos frecuentes, y el incremento de los apagones multiplica las dudas sobre la eficacia de esta estrategia.
La localidad es un punto de alta demanda, sobre todo porque allí desembarca la lanchita que cruza la bahía desde La Habana Vieja. Apenas llegan los pasajeros por vía marítima, los triciclos estatales se ven rodeados por la competencia de los vehículos particulares, que ofrecen recorridos más largos y caros.
“Ahí llega la lanchita, y los triciclos particulares se plantan ahí y llegan hasta Guanabacoa y La Habana, a precios de 150 y 200, pero mucho más lejos que la Shell”, relata el vecino. La diferencia de tarifas y distancias muestra el contraste entre el servicio oficial, restringido a un tramo corto, y la oferta privada, capaz de adaptarse a la demanda aunque a un costo mucho más alto.
El desconcierto de los primeros días también se ha hecho notar. “Hay confusiones, normal, porque son los primeros días, y los choferes llegan hasta la lanchita, cuando no deberían. La primera parada es en el Parque de las Madres”, añade. El testimonio apunta a una falta de organización en el diseño de las paradas y a la improvisación de los choferes para acercarse al flujo de pasajeros que sale del embarcadero.
A pocos metros de ese punto funciona un paradero de microbuses que enlazan con diferentes destinos de la capital. “Al lado hay otro de gacelas para La Habana, pero ese sí se demora más, además de que tiene mayor demanda. Esa parada abarrotada es, entre otras, para la A29, hacia Guanabacoa”, comenta.
“Estos triciclos son un parche, lejos de resolver un problema real”, resume el vecino de Regla. Su juicio coincide con lo que ya otros capitalinos han expresado en barrios donde el servicio funciona desde hace meses.
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