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Las familias de Santiago de Cuba llevan décadas utilizando la boca del Morro como cementerio

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En la ciudad de Santiago de Cuba, donde han sido enterrados por decreto casi todos los jerarcas del régimen y no pocos patriotas del siglo XIX, acaba de ser descubierto el único “cementerio marino” del país, repleto de urnas funerarias, botellas de ron, altares y objetos de religiones afrocubanas. Según reveló la prensa oficial, los santiagueros llevan décadas utilizando la boca de la bahía como lugar de descanso para sus difuntos, aunque de momento no se ha determinado cuándo comenzó esta peculiar costumbre. 

El cementerio, afirma el periódico Sierra Maestra, fue descubierto de forma casual a los pies del Castillo de San Pedro de la Roca. Un grupo de investigadores del Centro Regional de Gestión y Manejo del Patrimonio Natural, Cultural y Subacuático, en su búsqueda del llamado “cable inglés” –que facilitaba la telegrafía internacional en el siglo XIX– dio con decenas de ánforas localizadas entre ocho y 10 metros de profundidad debajo de la fortaleza militar que custodia la bahía de Santiago de Cuba.

En la llamada “boca del Morro” descansan restos de “ ngangas (recipientes de la religión palo monte) con ofrendas, botellas de ron, restos de altares y cualquier diversidad de ofrendas diseminadas por el batir del mar”, explicó en un artículo publicado en Cuba Ahora Jesús Vicente González, jefe de la investigación.

Según expuso el científico, las ánforas y restos funerarios, muchas veces diseñados para contener cenizas, se encuentran en diversos estados de conservación, lo que sugiere que el lugar es un depósito fúnebre desde hace mucho tiempo, pero que permanece en uso. Sin embargo, el fenómeno que lleva a los santiagueros a dejar en el mar, y precisamente en ese enclave, los restos de sus familiares, había pasado desapercibido hasta ahora.

Por su parte, tanto González como el periódico oficialista consideran que la plataforma marítima en forma de V que rodea al castillo pudo propiciar que las personas consideraran ese tramo de la bahía como un lugar idóneo para lanzar ofrendas, urnas y cenizas.

“Esta práctica no tiene nada de misterioso ni se ha hecho ocultamente, solo que en verdad muy pocos sabían que tantos difuntos hechos cenizas fueran a parar al mar y en un sitio tan estratégico como la ‘boca de la bahía’ y exactamente debajo del emblemático Castillo del Morro”, aclara Sierra Maestra.

González, sin embargo, que ha dado más importancia al asunto, asegura que su equipo ya ha comenzado a investigar el ritual “con algunas personas del entorno, que han ‘depositado’ en el mar las cenizas de sus muertos”.

En el cementerio sumergido también descansan desde hace siglos cañones, balas y otras piezas de artillería. Según el periódico, durante la época colonial en esa posición se situaba un “pescante” (especie de brazo de grúa) que se alargaba varios metros sobre la bahía con una “argolla de hierro”.

“Por ese lugar, con un sistema de cables y maquinaria manual, los militares españoles extraían de las embarcaciones avituallamiento diverso para la guarnición del Morro”, por lo que en el trasiego algunos de los insumos fueron a parar al fondo marino, refiere el medio. No lejos de allí, y también como parque para el turismo submarino, se encuentran los restos de la escuadra española hundida por la flota estadounidense en la batalla naval que puso punto final a la Guerra de Independencia, el 3 de junio de 1898.

“Por ese lugar, con un sistema de cables y maquinaria manual, los militares españoles extraían de las embarcaciones avituallamiento diverso para la guarnición del Morro”

Antes, incluso, de que las autoridades provinciales autoricen llevar más lejos la investigación, ya González prevé el éxito turístico del cementerio sumergido. “Se incorpora así (el descubrimiento), al valioso patrimonio de la espectacular estructura defensiva, algo nuevo que la espiritualidad del pueblo enriquece e interactúa en un entorno de sobrecogedora belleza y encanto”, alega. La declaración del Morro hace 26 años como Patrimonio de la Humanidad, es otro añadido del lugar.

En cuanto al “cable inglés”, instalado por The Cuba Submarine Telegraph Company en 1875 y que funcionó durante 100 años, los científicos investigaban el lugar por el que el sistema telegráfico entraba a la ciudad. Según refirieron, Santiago de Cuba estaba conectada con Cienfuegos, y desde el oriente del país el cable se extendía hasta Haití y Jamaica. Un segundo segmento unía a Batabanó con Cienfuegos y luego con Manzanillo.

Los investigadores también explicaron que durante la guerra de 1895 la marina de Estados Unidos cortó el cable, que fue restablecido poco después y funcionó, aunque se trataba de una tecnología casi obsoleta, hasta 1975, años después del triunfo de la Revolución de Fidel Castro.

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