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El cubano que dio una medalla de oro a Chile tras cruzar a pie el desierto de Atacama

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Era el día de Cachita cuando subió a ese avión rumbo a Guyana. Santiago Ford, quien acaba de alcanzar la medalla de oro por Chile en la prueba del decatlón en los recién concluidos Juegos Panamericanos, salió de La Habana el 8 de septiembre de 2018, la misma jornada en que las ofrendas y las velas recordaban a la Virgen de la Caridad, patrona de Cuba.

Cinco años después de aquel vuelo, Ford traspasó caminando la línea de meta en el Estadio Nacional de Santiago de Chile. Su paso relajado no era irresponsable ni arrogante, tenía una explicación: “Entré caminando por el desierto. Esos últimos metros me reflejaron ese momento”, dijo, emocionado, tras la carrera.

Chile lograba, con este cubano hiperactivo y espigado, su segunda presea dorada del atletismo en los Juegos Santiago 2023. Un salto de gigante para el atleta de la Isla que hace apenas un año no tenía siquiera la nacionalidad para representar al país anfitrión en la competencia. Su llegada al podio fue, en sí misma, un triatlón: salto, lanzamiento y carrera.

El salto lo logró Ford cuando no se conformó con ser una estrella emergente pero subvalorada por el Instituto Nacional de Deportes Educación Física y Recreación (Inder). Tras regresar con el cuarto lugar que había logrado en el decatlón del Mundial Sub 18 de Polonia, el atleta sintió que “en Cuba tienes que tener oro o plata para que te reconozcan y puedas llamar un poco la atención. Si no, no eres nadie”.

“En Cuba tienes que tener oro o plata para que te reconozcan y puedas llamar un poco la atención. Si no, no eres nadie”

Justo ese año, llegó el lanzamiento y conoció a una delegación de entrenadores chilenos que había viajado a la Isla y entabló amistad con uno de ellos y terminó haciendo las maletas con la vaga promesa de que podía tener un futuro deportivo en un país al que ni siquiera podía ubicar en un mapa. La travesía fue tan larga y complicada que constituyó una prueba de resistencia en sí misma.

Tras llegar a Guyana, llegó la carrera y pasó a Brasil. Atravesó la selva en una camioneta y entró a Perú. “Me tocó bajar todo Perú por carretera hasta Tacna. Estaba deshidratado, tenía hambre y el frío me tenía mal”, recuerda. En Tacna tuvo que sobornar a la policía para que no lo deportaran y con sus últimos diez dólares llegó a la frontera con Chile. Le faltaba la peor parte, donde los peligros no serían los uniformados ni los traficantes de personas.

Ford cruzó el desierto de noche, guiándose solo por la línea del tren. No lo supo hasta después de estar en un lugar seguro, pero sus pies habían pisado un terreno minado. Logró llegar hasta Arica y parte de su sueño comenzaba a hacerse realidad. Ninguna prueba deportiva futura iba a ser tan difícil como lo que ya había vivido, pensaba.

Cruzar la frontera, a pie y con paso lento, tampoco fue el fin de sus problemas. Para ganarse la vida y dado su porte atlético y sus ganas de salir adelante, logró un empleo como guardia en una discoteca. Allí estuvo un año en que creyó que podría combinar las largas madrugadas de trabajo con el entrenamiento deportivo. “Me ayudaron para que pudiera entrenar en el Centro de Alto Rendimiento, pero llegaba muy cansado. Dormía tres o cuatro horas. No aguanté más. No podía seguir el ritmo”, dijo a la prensa chilena.

Corrió por las calles desiertas de Santiago para no perder la forma mientras la gente se recluía en sus casas por temor al coronavirus

Para un migrante que tiene ganas de salir adelante, muchas veces no queda claro que sumergirse de lleno en una labor que permita pagar las facturas impide dedicarse a perseguir los sueños profesionales. O limpias por un salario o vas de entrevista en entrevista tras eso que te apasiona. Eres pinche de cocina a tiempo completo o te llenas de deudas y noches sin dormir mientras insistes en encontrar algo en el ramo que amas.

Ford se decantó por lo segundo tras el ofrecimiento del entrenador Matías Barrera, quien no solo lo alojó en su casa sino que también lo entusiasmó con volver a entrenar. Pero la vida le deparaba aún algunas sorpresas amargas: las protestas populares en Chile en 2019 y la pandemia de covid-19 pusieron el freno a sus sueños. Corrió por las calles desiertas de Santiago para no perder la forma mientras la gente se recluía en sus casas por temor al coronavirus.

En el campeonato Nacional de Atletismo de 2021, en la nación sudamericana, se coronó en el triple salto, pero todavía era un ilegal, por lo que ni siquiera pudo ser reconocido como campeón. Aquella actuación le permitió llamar la atención de la entonces Ministra del Deporte, Cecilia Pérez, que lo hospedó en el Centro de Alto Rendimiento. Solo en enero de 2023 recibió la carta firmada por el presidente Gabriel Boric que autorizaba su nacionalidad por gracia.

Pasaron apenas diez meses y Ford devolvió el gesto con honores. Le dio a Chile un oro panamericano.

“A veces la vida te da vuelta a la página y tienes que seguir”, dijo el atleta cubano con rostro feliz tras concluir la contienda. Rodeado de micrófonos donde se veían los logotipos de las principales cadenas chilenas e internacionales, aseguró que lo más duro había sido dejar a la familia y salir de su zona de confort.

La bandera que llevaba sobre sus hombros aquel jueves 2 de noviembre, cuando alcanzó su victoria en el decatlón panamericano, tenía los mismos colores que la enseña cubana. El rojo, el blanco y el azul de la Isla desde donde partió el día de Cachita.

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