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el equipo que no ha querido ser grande – – 06/10/2023

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Había una vez un equipo maravilloso que surgió de las catacumbas de la segunda división, para de inmediato iluminar al planeta del fútbol. Bajo la batuta de Ralf Rangnick, el Hoffenheim ascendió a la primera división para el torneo 2008/2009, y directamente comenzó a exhibir un fútbol ofensivo, atractivo y sin miedo a la grandeza. Para el equipo, no se trataba solo de sobrevivir, como suele suceder con los recién ascendidos, sino de jugar con una hoy rara combinación de alegría y efectividad, sin mucho cálculo de por medio.

El Hoffenheim no lo sabía entonces, pero ya tenía consigo a algunas estrellas del fútbol internacional. En la plantilla estaba el brasileño Luiz Gustavo, y en la ofensiva destacaba un atacante bosnio de 24 años llamado Vedad Ibisevic. Delanteros del Hoffenheim eran también el senegalés Demba Ba y el nigeriano Chinedu Obasi, que junto con Ibisevic ponían en aprietos incluso a las defensas más compactas.

La fábula desafió la perfección cuando el Hoffenheim, recién ascendido, se coronó campeón de invierno en aquel torneo. Ése fue el cénit, al cual el club jamás regresaría.

Una larga lesión de Ibisevic, que al final solo jugó 17 partidos en ese torneo, lo alejó de un pichichi que parecía seguro (terminó con 18 goles). La ausencia también le quitó fuelle al impulso del Hoffenheim, que terminó su primer torneo en la máxima división en el sitio 7 de la tabla general.

Desde entonces, el Hoffenheim jamás ha regresado a la segunda división, marca que envidiarían algunos clubes históricos del fútbol alemán. Pero tampoco ha ganado nada en su joven y a la vez madura historia.

Demba Ba, Luiz Gustavo, Sejad Salihovic y Vedad Ibisevic (de izq. a der.): aquella alegía del fútbolDemba Ba, Luiz Gustavo, Sejad Salihovic y Vedad Ibisevic (de izq. a der.): aquella alegía del fútbolImagen: picture-alliance/dpa

Tenerlo todo para ganar nada

Hoffenheim lo ha tenido todo para competir seriamente por el campeonato de la Bundesliga: el patrocinio de una importante corporación (el consorcio SAP), buenos jugadores, entrenadores de primer nivel, e incluso ventajas estructurales como ser una de las excepciones en la norma 50+1 que rige el control de los clubes de fútbol en Alemania.

Pero el equipo nunca ha luchado por títulos, porque institucionalmente nunca lo ha querido. Su máximo logro ha sido un tercer lugar en la tabla general en el torneo 2017/2018, en el tercer año de un joven entrenador llamado Julian Nagelsmann.

A lo largo de los años, el club se ha mostrado más interesado en colocar jugadores en el mercado, que en construir aspiraciones de ganar títulos. Por sus filas han pasado jugadores de primer nivel, como el mencionado Luiz Gustavo, su compatriota Roberto Firmino, y los alemanes Niklas Süle y Sebastian Rudy.

En vez de competidor, el Hoffenheim ha sido a lo largo de los años un proveedor del Bayern de Múnich, que reclutaría a Luiz Gustavo y años más tarde, de un solo golpe, a Süle y a Rudy. El club tampoco ha resistido los embates del mercado internacional en la venta de Firmino o más recientemente, del francés Georginio Rutter, ambos a la Premier League.

Tras cuatro años y haber llegado dos veces a la Champions League, el Hoffenheim también vio irse al entrenador Julian Nagelsmann, al RB Leipzig. Precisamente en la Liga de Campeones, cuando tocaba dar el salto hacia la grandeza, el club no invirtió lo suficiente en formar una plantilla competitiva. El resultado: la eliminación en fase de grupos, en ambas ocasiones.

Club de identidad especulativa

Así las cosas, ¿a qué aspira el Hoffenheim en el torneo 2023/2024? Con el entrenador estadounidense Pellegrino Matarazzo, el club marcha en sexto lugar de la tabla jugados seis partidos del torneo. No parece alejarse mucho de lo que parece su zona natural, orbitando la media tabla. Su máximo fichaje fue en la ofensiva, con la incorporación del internacional alemán Mergim Berisha, y alguna intención se vislumbra en la repatriación del neerlandés Wout Weghorst, que regresó a la Bundesliga tras su paso por la Premier League y la Superliga de Turquía.

Y hasta ahí llega la meta visible. Partido por partido, el Hoffenheim puede jugar de manera efectiva y por momentos espectacular, como contra el Union Berlín, o desplomarse sorpresivamente, como en la derrota contra Borussia Dortmund en la jornada 6. Para el club, más allá se extiende un horizonte limitado por una identidad orientada a la especulación, y quizá, por su propia estrategia corporativa.

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