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Los cubanos sin FE sobreviven revendiendo en las calles

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La Habana/Los que emigraron a Miami tienen una expresión para los allegados dentro de la Isla, a los que sostienen con sus remesas: “cubanos con FE (familiares en el exterior)”. Eduardo, que salió del país hace tres años por la ruta de los volcanes, no se explica cómo “los que no tienen FE” pueden subsistir.

“Cada semana me salen más y más conocidos en Cuba pidiendo que les mande dinero, porque no tienen para darle a los niños. Pero es que yo no puedo con todos, tengo a mis hijos allá también”, lamenta este habanero de 40 años. “Parientes lejanos escribiendo a mi mamá para que yo les tire un salve’. Ni que yo fuera millonario”. Y reflexiona: “Ojalá pudiera, aunque sé que esa no es la solución”.

Aurora fue artista en los principales teatros de Cuba y siempre creyó en la Revolución

Si alguna vez osa decirles a esos familiares que pidan “un salve” delante de la Plaza de la Revolución, lo tachan de “antipatriota” y “trumpista”. La situación que padecen esos allegados que no pudieron emigrar se vuelve dramática en el caso de los ancianos.

Aurora fue artista en los principales teatros de Cuba y siempre creyó en la Revolución. Hoy, viuda y sola, con una pensión que no llega a los 2.000 pesos y ni un solo familiar que le mande dinero desde el exterior, a duras penas sobrevive. Comer, aunque poco, no es tanto problema: siempre hay algún vecino que, con una vida ligeramente más holgada, bien por negocios por la izquierda bien por recibir remesas, ayuda con un poco de arroz o frijoles o las dos cosas. Mayor problema es la electricidad. Con los nuevos precios le resulta impagable, así que Aurora ni siquiera enciende las luces de noche. Un riesgo más que sumar a sus 85 años y su movilidad reducida.

En un escalón bajo los arcos, otro anciano vendía cigarros y repuestos de goma para ollas y cafeteras
/ 14ymedio

Como ella, cientos de miles de cubanos de la tercera edad –suman dos millones y medio los que sobrepasan los 60 años en la Isla– están al borde de la extrema pobreza. Los que ni siquiera tienen techo donde guarecerse, duermen en las calles. Varios de ellos aprovechan las vías más transitadas de la capital para revender unos cuantos artículos, siempre escasos, siempre de mala calidad. Una de ellas es Galiano, en Centro Habana, verdadero escaparate de miseria.

Una anciana tenía a la venta este martes media docena de máquinas de afeitar desechables, de esas que son también desechadas: poca gente puede afeitarse con esos artilugios que venden en comercios estatales.

Más adelante, en un escalón bajo los arcos, otro anciano vendía cigarros y repuestos de goma para ollas y cafeteras. Otros más ofrecen dulces, detergente líquido, refrescos instantáneos, pilas.

“Ni siquiera es que no les alcance para vivir, es que no les sirve para nada”, expresaba una mujer que ayuda como puede a su madre de 80 años y que este martes compró, por caridad, un paquete de baterías en Galiano. “Es que 1.500 pesos de pensión en este país es no tener nada. Y mira qué hambre están pasando, qué necesidad, qué tristeza”.

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