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Plaza México, séptima corrida

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Leonardo Páez

 

Periódico La Jornada
Lunes 11 de marzo de 2024, p. a29

En la séptima corrida del serial de reapertura en la Plaza México se corrieron toros de Rancho Seco para el tlaxcalteca Uriel Moreno, El Zapata (49 años, 27 de alternativa, cuatro corridas y cinco orejas este año), el español Antonio Ferrera (46 años, 27 de alternativa, tres presentaciones y cuatro apéndices) y la confirmación de Francisco Martínez, de San Miguel de Allende (cinco años de matador, dos corridas y tres orejas en lo que va de 2024).

Si hace tres décadas los barones del dinero y las autoridades responsables de cumplir y hacer cumplir la normativa taurina vigente hubieran mostrado más compromiso, sensibilidad y determinación, tendríamos una fiesta de toros vigorosa, reposicionada y apasionante. Si ayer, con un cartel en el que tres rehileteros se disputaron La banderilla de oro, el coso registró cerca de media entrada, hay que imaginar la asistencia con tres toreros jóvenes con imán de taquilla y una trayectoria competitiva.

El encierro tlaxcalteca de Rancho Seco prometía pero apenas cumplió, pues con excepción de tres astados el resto acusó falta de empuje en varas y embestidas inciertas y ásperas que no permitieron el lucimiento convencional de los diestros. El mejor lote correspondió a Antonio Ferrera, empeñoso, pundonoroso, vistoso y sobrado de sitio y recursos, que con su primero, Dentista, con 528 kilos, consiguió lucidos momentos con el capote, y con la muleta supo aprovechar una embestida pasadora por ambos lados, en esos afanes de estudiado barroquismo que lo habrían convertido en genio si antes no hubiera existido El Pana. Como el juez Enrique Braun ya había soltado benévola oreja de su primero al confirmante Martínez, se vio obligado a soltar las dos a Ferrera, que cobró un certero volapié que hizo doblar sin puntilla. Ordenó arrastre lento al burel y el emocionado diestro sacó a dar la vuelta a los ganaderos.

Con el quinto, Fotógrafo, un cornipaso con 537 kilos, la cosa alcanzó un tono mayor con un Ferrera gozoso y efectista con los palos y empinadas tandas con muletazos de larga dimensión. Y cuando tenía al público y las orejas en la bolsa, pinchó hasta en tres ocasiones y escuchó un aviso.

Sin suerte con la espada

El aguerrido Zapata no tuvo suerte ni con los toros ni con la espada pero sí con los palitroques. En su primero, mal picado, invitó a banderillear a sus compañeros, superándolos con un quiebro preciso y un par al violín. Repitió suertes con su segundo, tan bello de lámina como áspero en el que intentó dejar los tres pares en un solo viaje, colocando dos en lo alto y otro violín. Cuando se perfilaba para la suerte suprema fue pitado, por lo que consiguió comprometidos derechazos que calaron en el tendido. Mató mal y le sonaron dos avisos. Pero como es un banderillero de altos vuelos, por votación popular se hizo del trofeo en disputa.

Y Francisco Martínez, que el año pasado toreó 16 tardes, se vio dispuesto aunque nervioso en los tres tercios, al grado de que no logró estar a la altura de su primero, Cucharito, soso pero claro y pasador, siendo desarmado varias veces. Como matara al primer viaje recibió una oreja junto con pitos de protesta. Si bien su segundo fue tardo, deslucido y escaso de recorrido, el hombre parece que perdió el sello que lo caracterizó de novillero. Escuchó dos avisos.

Urge que la empresa arregle la altura del estribo o disminuya el nivel de la arena, pues ya no dejaron espacio para apoyar con seguridad y los actuantes pueden quedar atrapados en la involuntaria trampa.

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