¿Cómo se puede calcular la edad de una persona? ¿Por su apariencia física? ¿A nivel cognitivo? ¿Por su forma de comportarse? En realidad, todo esto puede estar relacionado en cierto modo con la edad, pero también hay un importante componente subjetivo y muy variable de unas personas a otras. En cambio, los relojes epigenéticos son medidores de envejecimiento muy objetivos y exactos. O eso es lo que creíamos, pues un nuevo estudio señala que, para que sean realmente exactos, tendríamos que medirlos varias veces al día.
Dicho estudio se centra inicialmente en una sola persona. Esto puede parecer una mala idea. Estamos muy acostumbrados a leer la importancia de que se realicen estudios con un número elevado de participantes. Cuantos más, mejor. No obstante, este caso es una pequeña excepción, ya que centrar los esfuerzos en una sola persona permitió comprender mucho mejor cómo funcionan los relojes epigenéticos.
Eso no quiere decir que no sea necesario repetir el experimento con más participantes. De hecho, ya lo han hecho. Pero tampoco podemos obviar las ventajas que supone la metodología que emplearon estos científicos de la Universidad de Vilna, en Litanuania.
¿Qué son los relojes epigenéticos?
Antes de hablar sobre los cambios que experimentan a lo largo de un día, es importante tener claro qué son los relojes epigenéticos.
Prácticamente todas las células de un organismo tienen la misma secuencia de ADN. Esta puede verse como un libro de instrucciones que indica cómo somos y qué necesitamos para mantenernos vivos. Por ejemplo, nuestro material genético indica de qué color serán nuestros ojos y también aporta las instrucciones para que nuestro páncreas secrete insulina cuando sea necesario. Ese gen para la síntesis de insulina se encuentra en todas las células, pero solo se enciende en las células del páncreas, ya que son las únicas que lo necesitan. Es lo que se conoce como expresión génica. Pero dicha expresión génica no ocurre solo en lugares determinados. También se da en momentos concretos. Por ejemplo, cuando hay mucha glucosa en sangre, hará falta más insulina, por lo que se deberá promover fuertemente esa síntesis de insulina.
Ese encendido y apagado está más o menos programado cuando nacemos. No obstante, a medida que nos hacemos mayores y nos sometemos a un ambiente u otro, se producirán cambios que afectan a cómo se expresan los genes. Es decir, la secuencia de ADN sigue siendo exactamente la misma, pero el modo en el que se usan esas instrucciones cambia. Esto es lo que se conoce como epigenética.
Los cambios en el encendido o apagado de genes se producen a través de la colocación en el ADN de una serie de moléculas que actúan como etiquetas. Hay zonas muy concretas en las que el número de modificaciones de este tipo nos pueden indicar cómo de envejecida está una célula. Esos son los que se conocen como relojes epigenéticos.
Fluctuaciones a lo largo del día
Para medir el envejecimiento de una persona a nivel molecular, se le suele extraer una muestra de sangre. Después, se aísla el ADN de las células sanguíneas y se analizan sus relojes epigenéticos.
Esto se hace solo una vez al día, ¿pero puede haber cambios dependiendo de la hora de la extracción? Para responder a esta pregunta, los autores del estudio que se acaba de publicar en Aging Cell tomaron muestras de un hombre de 52 años cada 3 horas, durante un total de tres días completos. Así, se podrían ver específicamente cómo cambian las células de un individuo. Se centraron en 17 relojes epigenéticos conocidos, en el ADN de sus glóbulos blancos.
De este modo, vieron que en 13 de los 17 relojes epigenéticos las muestras más jóvenes eran las que se extraían por la mañana. Esta edad molecular ascendía a mediodía y después comenzaba a bajar de nuevo hasta alcanzar otro mínimo a la mañana siguiente. Las diferencias podían ser de 5,5 años en distintos momentos del día. Por lo tanto, para calcular el envejecimiento de un paciente sería importante tomar varias medidas al día.
¿Puede haber limitaciones?
A bote pronto, este estudio parece tener dos limitaciones. Por un lado, el hecho de realizarse solo en una persona y, por otro, la decisión de analizar glóbulos blancos, ya que existen distintos tipos de ellos y sus relojes epigenéticos podrían no estar sincronizados.
No obstante, estas dos limitaciones se solventaron en una segunda parte del estudio. Para resolver la primera limitación, contaron con un grupo pequeño de personas a las que tomaron muestras de sangre durante 5 horas, de tal manera que también encontraron diferencias. Y lo mismo ocurrió con los glóbulos blancos. Decidieron repetir el experimento con un solo tipo de glóbulos blanco y de nuevo vieron que había varios relojes epigenéticos que subían y bajaban a lo largo del día.
Aunque habrá que seguir estudiando, parece ser que, por algún motivo que no está del todo claro, nos levantamos más jóvenes y envejecemos durante el día. Con los disgustos que nos llevamos muchas veces a lo largo de la jornada, la verdad es que no resulta tan extraño.
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