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Washington y La Habana afinan su sistema para interceptar y deportar ‘balseros’

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La Habana/La Habana quiere atar con Washington los cabos sueltos del tema migratorio. Afinar el proceso de interceptación de balseros en el estrecho de Florida, facilitar la cooperación penal y crear un sistema de comunicación “en tiempo real” entre los cuerpos policiales fronterizos de Cuba y EE UU fueron algunos de los temas que, este miércoles, las delegaciones de ambos países discutieron durante la ronda de conversaciones celebrada en la capital estadounidense. 

Un funcionario del Departamento de Estado aseguró a Martí Noticias, bajo condición de anonimato, que estos temas –a los que no alude específicamente la declaración de la Cancillería cubana sobre la reunión– apuntan sobre todo a la esfera legal y al fraude migratorio. 

“La cooperación efectiva en asuntos penales puede incluir en ocasiones el intercambio, como información sobre fugitivos y otras personas buscadas, o comunicación en tiempo real entre la Guardia Costera de Estados Unidos y la Guardia Fronteriza cubana para detectar contrabandistas de personas o narcotraficantes”, explicó el funcionario. 

Se trata de “discusiones rutinarias”, pero que van encaminadas a reforzar la colaboración entre La Habana y Washington, si bien la parte cubana declara que EE UU se niega a hablar de lo que realmente les interesa: el embargo, al que atribuye las causas de la estampida migratoria. 

La delegación estadounidense se interesó también, dice el funcionario, por la seguridad de los diplomáticos de Washington en la capital cubana

La delegación estadounidense se interesó también, dice el funcionario, por la seguridad de los diplomáticos de Washington en la capital cubana. “Establecer y aumentar canales de cooperación policial para abordar mejor las amenazas transnacionales no es a expensas de promover el respeto de los derechos humanos”, concluyó. 

En una nota de prensa sobre las conversaciones, el Ministerio de Relaciones Exteriores cubano dijo que el viceministro Carlos Fernández de Cossío fue el encargado de presidir la delegación de la Isla y de conversar con Eric Jacobstein, subsecretario adjunto de Estado en el Buró de Asuntos del Hemisferio Occidental de EE UU.  

Según Fernández de Cossío, el encuentro sirvió para “pasar revista al estado de cumplimiento de los Acuerdos Migratorios bilaterales” y para que Cuba expresara “su preocupación por las políticas y medidas de estímulo a la migración irregular que se mantienen vigentes por decisión política del Gobierno estadounidense”. 

Junto al bloqueo, Fernández de Cossío tenía el encargo de discutir con Washington la “permanencia del país en la llamada Lista de Estados Patrocinadores del Terrorismo”, además del “trato preferencial” que, en opinión de la Cancillería, se les brinda a cuantos cubanos entran “de manera ilegal” a EE UU.

Pese a las inconformidades manifestadas por la parte cubana, lo cierto es que el mecanismo de deportación de balseros capturados en alta mar está bien engrasado. Los continuos reportes de la Guardia Costera estadounidense, que publica no solo el número de migrantes que detiene sino también fotos de las precarias embarcaciones con las que huyen de la Isla, da fe que la Administración de Joe Biden está completamente implicada en el cumplimiento de sus tratos con La Habana. 

En lo que va de abril, según la Patrulla Fronteriza, se ha interceptado a 47 balseros cuya devolución es inminente. Las autoridades locales, como el gobernador de Florida Ron DeSantis, también están en sintonía con La Habana en ese sentido: “No toleramos la inmigración ilegal y mucho menos la anarquía a manos de extranjeros ilegales”. 

Los cubanos, por su parte, se han habituado a las notificaciones de deportación que, a menudo, publica la prensa oficial, y que contienen siempre avisos disuasorios para los que planean lanzarse al mar. 

Los cubanos, por su parte, se han habituado a las notificaciones de deportación que, a menudo, publica la prensa oficial

A nivel personal, para los balseros frustrados, el fracaso de su entrada a EE UU y su deportación representan una marca frente a la Policía cubana, que no les pierde pie ni pisada a su retorno. Fotografías publicadas por la prensa oficial y las agencias internacionales muestran cómo se desarrolla el proceso. 

Vestidos con una suerte de monos blancos, calzados con chancletas y enmascarados con nasobucos, los recibe en el puerto –a menudo el de Orozco, en Artemisa– un grupo de militares, médicos y agentes de la Seguridad del Estado. El “módulo” de ropa, que EE UU les entrega antes de volver a la Isla, es lo único que visten al llegar a la oficina de Inmigración de la calle Factor y Final, en Nuevo Vedado, La Habana, donde son procesados.

Lo habitual es que abandonen las instalaciones sin dinero, y que apelen a los vecinos en las inmediaciones para poder retornar a sus hogares o, si no tienen, a casa de algún familiar. Factor y Final, una oficina antes abierta al público para trámites migratorios, es ahora la puerta de regreso de los deportados. Allí, previo cierre del estrecho callejón para evitar miradas curiosas, llegan los balseros en guaguas y con escolta policial.

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