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Perfect days, de los retretes públicos de Tokio a los Óscar

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▲ El realizador alemán en la 74 edición del Festival de Cine de Berlín.Foto Afp

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▲ Fotograma de la cinta Perfect days.Foto Afp

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Periódico La Jornada
Miércoles 21 de febrero de 2024, p. 8

Tokio. Cuando el director alemán Wim Wenders reveló que su reciente película se inspiraba en los baños públicos de Tokio, los diarios de su país se lo tomaron como una broma. Pero ahora, Perfect days está nominada a un Óscar.

Los retretes son lo opuesto a la cultura en Europa, apuntó el prestigioso cineasta en una entrevista por videoconferencia con Afp. Pero en Japón, donde se rodó la cinta, no es el caso.

El taciturno protagonista de la película es un limpiador encargado de mantener impolutos unos baños públicos del centro de Tokio diseñados por famosos arquitectos.

Es meticuloso en su trabajo y en sus hábitos, pero a lo largo del largometraje surge a la luz la complejidad de su situación y reflexiones sobre la soledad en la ciudad, la comunidad y la vejez.

Para Wenders, sus críticos “se dieron cuenta de hasta qué punto esta película no es sobre retretes”.

Pero los retretes son parte de ella y éstos son una parte muy específica del sentido de acogida en Japón (…) y un respeto por esta necesidad tan humana que todos tenemos, aseguró.

La película, nominada a mejor producción internacional en los Óscar y ganadora de un premio en Cannes, que se llevó el actor protagonista, Koji Yakusho; nació de una invitación a Tokio después de la pandemia.

En ese momento, Wenders estaba desconsolado al ver que el sentido del bien común había sufrido mucho durante la crisis sanitaria, con los parques de Berlín repletos de basura.

El ecléctico cineasta alemán, conocido por obras de culto como París, Texas o el documental Buena Vista Social Club, recibió una invitación de Koji Yanai, hijo del magnate fundador del gigante textil japonés Uniqlo.

Lo invitó a visitar su proyecto de renovación de retretes en Tokio con la esperanza de que inspiraran una serie de cortos de no ficción.

Pero después de ver las instalaciones, incluidos unos cubículos transparentes que se vuelven opacos al pasar el pestillo, el director decidió hacer un largometraje.

Impresionado por el sentido de la responsabilidad en Japón, me di cuenta que había una historia más grande que contar, explicó.

La cinta también ha calado en Japón, que por primera vez envía una producción de un director extranjero como candidata al Óscar a la mejor película internacional.

Tres veces nominado por sus documentales, Wim Wenders nunca ha ganado la preciada estatuilla dorada.

Wenders trabajó el guion con el creativo publicitario japonés Takuma Takasaki y dejó escasos diálogos en la cinta para salvar la brecha lingüística.

El idioma principal del cine son todavía los ojos, aseguró.

Impresionado con Tokio, el director alemán asegura que sería un sueño volver a rodar allí. De hecho, tiene en mente una historia que transcurriría entre la capital japonesa y el espacio.

Pero a los 78 años, cada película que hago elimina otras que pueda hacer, señala. Cuando era joven, pensaba que tenía incontables películas por hacer y ahora sé que debo ir con mucho cuidado.

Valorar las pequeñas cosas

Perfect days le brindó la oportunidad de transmitir un aprecio de la cultura japonesa que nunca antes creyó capaz de expresar.

Por ejemplo, el concepto komorebi, una palabra japonesa para la luz que se filtra a través de los árboles y que el protagonista captura con una videocámara durante sus pausas para el almuerzo.

Wenders quedó impresionado por la existencia de una palabra que describa estos pequeños y bonitos espectáculos de luz.

Para él, esto representa valorar las pequeñas cosas que damos por sentadas o que ni siquiera vemos.

El actor Koji Yakusho también sacó provecho al ponerse en la piel del protagonista Hirayama, cuyo personaje fue criticado por algunos como demasiado idealizado.

Las intrincadas técnicas de limpiar retretes que aprendió le recordaron el trabajo de un monje en entrenamiento, dijo el intérprete a Afp.

Y las diarias rutinas de Hirayama, como regar los retoños, comprar café en máquinas dispensadoras o escuchar cintas de casete en el coche también le aportaron valiosas lecciones.

Cuando la película terminó, sentí algo de envidia al ver que Hirayama encontraba alegrías pequeñas pero reales, explicó Yakusho, quien ahora se recuerda de vez en cuando mirar al cielo y respirar hondo al salir de casa por las mañanas.

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